El “Manual del FBI” define al “asesino itinerante” o
“errático” (spree killer) como aquel que, en un solo evento, mata a tres o
más personas, en dos o más lugares, cercanos o no entre sí, a veces en lapsos
relativamente breves de tiempo y, en otros casos, con horas, días, semanas y
hasta meses de diferencia, sin período de calma (cooling off). Precisamente,
esta última característica es la que los diferencia de los asesinos seriales.
El asesino itinerante, por lo general, no termina su raid criminal
hasta que se suicida, al verse cercado por la policía, o es abatido por
ella, y, en algunos casos, son capturados, enjuiciados y condenados; a veces
poseen trastornos mentales (crónicos o transitorios) y son confinados a institutos
neuropsiquiátricos penitenciarios (o no, dependiendo de la legislación de cada
país).
El clásico spree killer no es un asesino de masas; es
un tipo de asesino múltiple. Pero, a pesar de ello, a menudo, ambas tipologías
son confundidas. Como ejemplo están los casos de los asesinos que andan
“rondando las calles”, como lo fueron Michael Ryano Howard Unruh, a
los que algunos los ubican dentro de la tipología de “asesinos de masas”,
mientras que otros los clasifican como “itinerantes”. Coincido con esta última
denominación, considerando que el asesino masivo comete sus crímenes en un
solo evento y en un solo lugar (o lugares muy cercanos entre sí,
por ejemplo: dentro de un centro comercial; una tienda por departamentos, o un
edificio comercial, yendo por varios pisos, como hemos visto en el capítulo
anterior). Pero también ha sucedido en casos de asesinos de masas, como el caso
de Charles Whitman, que asesinó a su madre en su departamento; luego a su
mujer en el que compartía con ella y, al otro día, llevó a cabo la “Masacre de
Austin”, que reseñara en el capítulo anterior, el cual debe ser clasificado,
tristemente, por el mayor número de víctimas en cada evento.
Suelen ser hombres (pero hay un número significativo de mujeres
dentro de las diversas subtipologías) depresivos, paranoicos, obsesivos, que se
sienten fracasados o rechazados por el resto de la sociedad y la
“responsabilizan” por ello. Suelen ser individuos aislados, amargados, y poseen
antecedentes de hechos delictivos anteriores. Asimismo, en general, sienten
fascinación por las armas de fuego (o armas blancas, dependiendo de cada caso)
y, a veces –no en todos los casos, como se verá–, sólo hace falta un detonante
(un hecho desgraciado, una muerte, un despido o un desengaño amoroso) para
cargar sus armas y empezar a matar a todo aquel que se les ponga por delante,
pero siempre “en movimiento”. Por lo general, hacen “recorridas” por diversos
barrios o vecindarios; en algunos casos a pie o en automóvil. El asesino
itinerante se dirige, por ejemplo, a un centro comercial y comienza a disparar
indiscriminadamente, trasladándose de allí hasta otro lugar cercano; puede
tener problemas familiares o personales y, un día en particular, “estalla”
(que, a esta altura, ya sabemos que no es así, sino que es el resultado de una
cantidad importante de señales de advertencia) y decide asesinar a todos los
que se le crucen; también se da el caso de los que asesinan, primero, a miembros
de su familia, como fueron los casos de Eric Borel y Michael
McLendon. Finalmente, por lo general, se suicidan, son abatidos por la policía,
o se atrincheran, en algún lugar, para enfrentarla. Algunos han sido
capturados, enjuiciados, condenados y encarcelados, mientras que otros, por
padecer de problemas mentales, son recluidos en instituciones psiquiátricas,
que están bajo la órbita del sistema penitenciario (como fue el caso
de Howard Unruh o, aún lo es, el de Martin Bryant) o del sistema
de salud del país, dependiendo de la legislación nacional en cada caso.
Como adelantara, se han dado casos especiales, como el
de Carlos Robledo Puch, al cual siempre se lo cataloga como “asesino en
serie”, siendo su correcta calificación como “asesino itinerante”, pero con un
agregado que lo transformaría en un “híbrido”: este homicida convicto asesinaba
“para no dejar testigos” de sus robos y/u otros delitos, y no por motivo de
“venganza o castigo”, llegando a ser un sociópata de extrema peligrosidad,
salvo cuando en en “Manual del FBI” (refiriéndose a los asesinos seriales)
se hace la aclaración de que realizan “homicidios por conveniencia”. Pero el
período durante el cual Robledo Puch realizó sus asesinatos es el más largo de
todos los asesinos itinerantes más importantes, si dicha “notoriedad” tiene su
base en la cantidad de víctimas. Pero, igualmente, otra diferencia aleja
a Robledo Puch de los asesinos seriales: éstos “eligen” un
determinado tipo de víctima que, en su caso, no se cumple, como veremos en su
correspondiente reseña.
Volviendo a la generalidad de los casos –la cual como toda regla
tiene sus excepciones–, este tipo de criminal lo que busca, en realidad, es
morirse, pero decide hacerlo de una forma escandalosa y, de esta forma,
vengarse de la sociedad que los ha “hecho fracasar”; esta característica se
observa también en los asesinos de masas.
FUENTE: García Roversi, Susana P., Asesinos Múltiples 1,
Colección “Sin Piedad”, vol. 1, Grupo Editorial HS, Buenos Aires, 2010.
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