Andrew Phillip Cunanan: "Después de mí, el desastre"© por Susana P. García Roversi

Andrew P. Cunanan, un frío asesino múltiple sediento de reconocimiento (*)


Andrew Phillip Cunanan (1969-1997)-1- nació en National City, California, EE.UU., y fue el menor de los tres hijos del matrimonio de Modesto Cunanan y Mary Anne Shilacci. Su padre no estuvo durante su nacimiento pues se encontraba en servicio en el cuerpo de Marines durante la Guerra de Vietnam. Andrew creció en varios lugares del sur de California y vivió en un hogar algo disfuncional. Gary Indiana, uno de sus biógrafos, dice que Cunanan no experimentó traumas tempranos ni parientes abusadores ni en su niñez manifestó conductas extrañas como la mayoría de los asesinos múltiples. La “disfuncionalidad” de su familia provenía de la unión de una madre (descendiente de italianos, muy religiosa, devota y sumisa) con un padre estricto de origen filipino, pero que de ninguna manera era un sádico abusador. Las discusiones entre sus padres eran frecuentes sobre todo porque Modesto acusaba a Mary Anne de infidelidades imaginarias y ella entraba en períodos depresivos por ello pero, a pesar de estas dificultades, tuvieron tres hijos –Regina, Elena y Andrew–.  Modesto afirmaba que Elena no era su hija, pero ni siquiera intentó probarlo; sólo lo hacía para lastimar a su esposa.

Cuando Andrew tenía cuatro años, su abuelo materno murió y dejó una herencia considerable a su madre quien la destinó por entero a su familia. Compraron una nueva casa en el vecindario de Bonita en San Diego, y la economía familiar cambió radicalmente: los niños tuvieron juguetes y ropas como los demás y, por supuesto, el dinero era íntegramente manejado por Modesto.

Andrew, al oír las discusiones de sus padres –que se tornaron crónicas– se encerraba en su cuarto y se sumergía en el mundo de los comics y las novelas de ficción, o miraba televisión a todo volumen. Se podría decir que estos incidentes conyugales fueron una de las causas por las cuales Cunanan, en cuanto pudo, dejó la casa de sus padres y afirmaba: “No cometeré los mismos errores. Nunca me casaré”.

Sin embargo no fue un niño que se quejara y/o lamentara por lo que sucedía con sus padres. Tampoco era un autómata; todo lo tomaba como “lecciones”: disfrutaba los días buenos y trataba como podía de tolerar los malos. Para el resto de la gente que los rodeaba, eran una familia feliz, que iban de compras juntos al centro comercial o se los veía comer en restaurantes con asiduidad.

Cuando los libros y novelas no le alcanzaron para modelar su “mundo de fantasía”, comenzó a tener un comportamiento diferente. En vez de “convertirse en un superhéroe” para proteger a los indefensos, empezó a contar a sus compañeros que tenía un padre rico, excelente, valiente, que estaba orgulloso de cómo cuidaba de la familia e inventaba una historia tras otra. Sus amigos, al principio, sonreían a causa de sus relatos imaginarios, pero cuando éstos se tornaron frecuentes, lo calificaban como “mentiroso patológico” y se reían a sus espaldas. A Andrew no le importaba; por el contrario, sus actitudes se tornaron cada vez más extravagantes, como, por ejemplo, un día le pidió a su madre que como almuerzo para la escuela le pusiera langosta en su pequeña valija, mientras el resto de sus compañeros comía sándwiches de manteca de maní y jalea.

Modesto se retiró del ejército y logró obtener un certificado habilitante para dedicarse a la venta de bienes raíces. Como si fuera parte de un “show”, el padre llevaba al niño a comprar las mejores y más finas ropas de la ciudad y lo mostraba como “un maniquí” con el dinero de su esposa. Andrew amaba esto; mientras sus compañeros llevaban jeans, él vestía “a lo grande”; seguían riendo a sus espaldas, pero el niño lo disfrutaba enormemente, pues tomó como lema para su vida una de las frases que su padre le dijo: “Hijo, tienes que ser alguien”. Y, sin dudas, así lo fue.

En 1981, su padre lo anotó en una de las escuelas más caras (U$ 7.000 al año; en la actualidad, unos U$ 20.000) en La Jolla, un vecindario bastante exclusivo de San Diego. Allí debía vestir un uniforme clásico, porque se la consideraba como “un club de caballeros”. En la escuela, Cunanan sería recordado como un ser brillante y muy extrovertido, con un IQ de 147; sin embargo también era descripto como un chico “extraño” pues se sentía atraído no por la muchachas (a las cuales siempre comparaba con su madre, sumisa y dedicada) sino por los seres débiles y suaves… pero eran muchachos. De acuerdo a sus biógrafos (Clarkson, Indiana y Orth ver Bibliografía) es en este período donde comienzó a manifestarse su inclinación homosexual y su iniciación. Andrew se sentía feliz y su libido también; como consecuencia, sus compañeros varones, al ver que él no se sentía movilizado por las muchachas, se alejaron de él. Según dijeron lo “toleraban porque era una persona animada y divertida, como un bufón real”. De ninguna manera Cunanan trató de ocultar su homosexualidad; por el contrario, la disfrutaba. A los 15 años, gracias a su estilo, elegancia y excelente presencia, era asiduo concurrente de los bares gay más populares. Y esta mascarada no era la única; había “otros” Andrew Cunanan dentro de él que no le gustaban, por lo que se “reinventaba” a sí mismo. No le agradaban sus “venas” filipinas, por lo que comenzó a decir que era latino y a hacerse conocido como “Andrew DaSilva” o “David Morales”; el lunes utilizaba la “personalidad A”, pero el martes optaba por la “B”. Se decía que quienes pasaban una noche con él en la barra del bar no lo reconocían al día siguiente.

Una vez graduado se convirtió en alumno de la Universidad de California para estudiar Historia Americana. Una nota interesante: en el anuario del colegio bajo su foto escribió: After me, disaster (“Después de mí, el desastre”); todo un augurio.

Pero las rondas de bares interminables, las juergas continuas y su desordenada vida, hicieron que pronto abandonara los estudios; asimismo, también se dio cuenta de que no sólo agradaba a otros jóvenes, sino que atraía a hombres maduros, generalmente con “doble vida”, y con mucho dinero para gastar: ejecutivos, arquitectos, abogados de grandes corporaciones, agentes inmobiliarios y políticos. Sin lugar a dudas, Cunanan ejercía la prostitución masculina dentro de ese entorno; él los reconocía y ellos a él. Fue así que que su nivel de vida e ingresos aumentaron en forma exultante: un automóvil de U$ 30.000 (casi el doble en la actualidad), tarjetas de crédito sin límite, reuniones de “alta sociedad” donde solía conocer a gente importante e influyente en variados ámbitos y era presentado, usualmente, como “asistente” o “secretario”. Según sus biógrafos: “aprendió a hablar, a caminar y a tener estilo” y, además, a guardar muy bien los secretos.

Su madre y su padre no tenían idea de lo que su hijo hacía, en los círculos en donde se movía ni tampoco sabían de su homosexualidad; Mary Anne especialmente se hubiera horrorizado. Tenían algunas sospechas de que algo “extraño” sucedía, al ver los relojes, la vestimenta y los accesorios costosos que su hijo lucía cuando iba a visitarlos; de algún lado conseguía el dinero, porque nunca trabajó; Cunanan, ante las preguntas, los ignoraba o eludía elegantemente.

Pero, para Mary Anne este no era su único problema. Su esposo había fracasado en su negocio de bienes raíces, lo habían despedido de varias agencias y en la última le habían levantado cargos por malversación de fondos (estafas y/o fraudes). Ante esta situación, Modesto optó por la salida más fácil: volver a Filipinas y dejó a su esposa en la pobreza, quien tuvo que vender la casa y mudarse a un vecindario más humilde. Sus hijos la ayudaron en lo que pudieron, pero Andrew no disfrutaba sus visitas, por lo que las espació cada vez más. Además su madre se había enterado de sus “andanzas” y lo había visto besarse con otro hombre en el distrito comercial de San Diego. La última vez que fue a verla, la discusión se tornó muy fuerte; Andrew perdió el control, la golpeó y le dislocó un hombro. Lleno de culpa y remordimiento por lo que había hecho, trató de disculparse con ella pero fue en vano; sus palabras llegaban a oídos sordos. Entonces, decidió viajar a Filipinas para ver a su padre. Como puede apreciarse, “de tal palo, tal astilla”: tanto el padre como el hijo siempre optaron por las salidas más fáciles: huir de los problemas.

Las cosas no podían haberle ido peor. Cuando vio a su padre –sin afeitar, sucio, en un lugar con calles llenas de basura– quedó horrorizado. ¡Justo él que odiaba la pobreza! Lo único que atinó a hacer fue a prostituirse por las noches lo que, por otra parte, era lo único que sabía hacer. No le importaba que sus clientes estuvieran sucios o no se bañaran por días; su meta era juntar el dinero para comprar un pasaje de ida hacia San Francisco, lo que, finalmente, logró.

La vida social en San Francisco era lo que Cunanan necesitaba para “lavarse” lo vivido en Filipinas. En bares, clubes nocturnos, el distrito Castro (una pequeña “Las Vegas” para el público gay) volvió a su rutina de cambio de personalidades, de las cuales una de ellas era la más popular: el teniente “Drew Cummings”. Finalmente encontró lo que buscaba: la atención de hombres maduros y adinerados. Uno de ellos, el abogado Eli Gould-2- lo introdujo en el mundo de las conexiones sociales internacionales, celebridades de Hollywood, súper modelos, todo lo cual era accesible, a través de una mesa de café. Una de esas personas famosas fue Gianni Versace, a quien conoció luego de una velada de ópera, en una discoteca llamada Colossus. En un principio, Versace lo confundió con otra persona que había conocido en uno de sus viajes, lo que Cunanan no negó. Pero nunca se supo si tuvo relación alguna, siquiera amistosa, con el famoso diseñador.

Pero esta glamorosa vida era sólo uno de los aspectos de la existencia de Andrew; sus intereses se ampliaron hacia el cine pornográfico y el sadomasoquismo depravado. El dinero, en este caso, no importaba; Cunanan y sus amigos se sumergían en orgías, cuero y cadenas. Para decirlo en forma más clara, Andrew y sus amigos se dejaban “usar” en estas prácticas perversas porque les gustaba. Tomó parte en vídeos que, aún hoy, se venden en las tiendas “del ramo” y rápidamente se convirtió en el esclavo sexual más conocido de esta cultura underground, aunque ello le causara dolor y humillación. Según Clarkson: “En una de las más perturbadoras escenas, era torturado físicamente por varios hombres (...) [y] lo violaban en grupo (...) [sus] amigos (...) no podían verlo por su crueldad”.

Nuevamente, el “camaleón” Cunanan volvió a virar en su personalidad; de “dejar que le hicieran” pasó a “ser el que hacía”: un ser oscuro, vengador. Se convirtió en una persona enojada, furiosa, que decía y hacía cosas desagradables; sus buenas maneras lo abandonaron y se sumergió en las drogas. Cuando concurría a los eventos, acosaba a las celebridades para que le ayudaran a hacer pruebas para diversas películas y se obsesionó con Tom Cruise-3-; había comenzado su derrumbe mental.

Para colmo, comenzó a tener síntomas asociados con el SIDA, lo cual no hubiera sido extraño después de sus “experiencias” en Filipinas. Si bien se hizo los análisis a principios de 1997 nunca fue a retirarlos pero se autoconvenció de que había contraído la enfermedad. Tenía 27 años y la frescura de su juventud comenzaba a desvanecerse y su apariencia comenzó a dejar de ser lo que era: se dejó el cabello largo, andaba despeinado y aumentó de peso. Sus amigos-clientes ricos comenzaron a alejarse de él, sus tarjetas fueron revocadas y rápidamente se dio cuenta de que estaba quebrado y su vida sin dirección. La noche había comenzado y se había instalado para quedarse en él hasta el fin de sus días.

Su primer asesinato fue el de su amigo Jeffrey Trail (28), a quien había conocido en 1992; un rubio muy atractivo de Illinois, oficial del Ejército que provenía de una familia respetable. Cuando conoció a Andrew, estaba recién salido de la academia y vivía un affaire con un compañero también militar. Igualmente, comenzó una relación paralela con Cunanan, con quien se encontraba al principio en forma esporádica y luego más asiduamente. Trail había dejado de sentir la inhibición de mantener en secreto su preferencia sexual y aceptó un trabajo como vendedor en Minneapolis, Minnesota. Cunanan quedó con el corazón destrozado pero lo visitaba regularmente.

En uno de sus viajes, Andrew y Trail conocieron al joven arquitecto David Mason (33) de San Francisco, quien se ofreció a presentar sus amistades a Trail, atento su carácter de “recién llegado” a Minneapolis. Esto enfureció a Cunanan pero no por celos, sino porque tenía los ojos puestos en ambos hombres y no quería, en manera alguna, que ellos intimaran entre sí. Pero no lo pudo evitar; los dos eran algo que Andrew nunca llegaría a ser: profesionales, jóvenes, exitosos y tenían mucho en común. Según Clarkson, los celos lo enloquecieron cuando se enteró que ambas familias aceptaban sus preferencias sexuales. Su furia creció hasta que un día, a fines de abril, increpó a Trail por teléfono y le reprochó su supuesta relación con Mason; aquél la negó pero no convenció a Cunanan quien le dijo: “Estoy yendo para matarte”. Esa misma tarde le dijo a un amigo en un bar: “Me voy por un tiempo. Tengo que terminar un negocio” y sacó un pasaje de avión. Mason lo recogió en el aeropuerto el 26/4/97 y lo llevó a su departamento. Algunos de sus amigos le advirtieron que Cunanan se comportaba en forma extraña y que tuviera cuidado, pero el muchacho les contestó que se debía “sentir solo” y que seguramente “necesitaba un amigo”, además de explicarle a Andrew que no había nada sentimental entre él y Trail.

El problema comenzó cuando Trail arribó al departamento de Mason; la situación se puso muy tensa y comenzaron a pelear y a insultarse el uno al otro, sin atender a los intentos de Mason por mediar en la discusión. En medio de la pelea, Cunanan se dirigió a la cocina y regresó con un pesado martillo; tanto Mason como Trail entraron en pánico y Cunanan, con todas sus fuerzas, comenzó a golpear una y otra vez la cabeza de este último hasta matarlo. Mason, aterrorizado, obedeció a Andrew cuando éste le pidió ayuda para “disponer” del cuerpo y lo ayudó a envolverlo en la alfombra donde yacía; el cadáver estuvo allí por dos días colocado detrás de un sofá. Algunos vecinos dijeron, posteriormente, que tanto Mason como Cunanan entraban y salían del edificio como si nada hubiera pasado, pero luego se supo que siempre iban juntos y Andrew llevaba un arma en el bolsillo de su campera. Lo que levantó sospechas fue que Mason no concurrió a su trabajo en esos dos días; unos compañeros intentaron comunicarse con él por teléfono sin resultado y se dirigieron a su departamento pero tampoco nadie contestaba. De inmediato dieron aviso al gerente del edificio, quien entró en el departamento y notó la sangre en las paredes, en el piso y halló el cuerpo de Jeffrey Trail. Cunanan había obligado Mason a que huyera con él en su camioneta, siempre bajo amenaza con la pistola calibre .22 mm que había sido dejada por Trail cuando se mudó de California; el arma estaba cargada y tenía otras siete balas en el otro bolsillo.

La policía halló la mochila de Cunanan en el departamento con varias identificaciones, lo cual señaló de inmediato al principal sospechoso del asesinato. También, en el contestador telefónico del dueño de casa, había quedado grabado un mensaje de Cunanan, en el cual invitaba a Trail al departamento de Mason para hablar “de algunas cosas”.

En cuanto al estado de ánimo de Cunanan, sus biógrafos coinciden en decir que se sentía en el “centro de un tornado” y que realmente disfrutaba esa sensación; aquí se ve claramente su diferencia con un asesino serial: la falta de período de calma (cooling off). Al salir de Minneapolis, a unos 72 km, empujó a Mason de la camioneta y lo asesinó de tres balazos. Luego condujo hasta Chicago y asesinó a un prominente agente de bienes raíces, Lee Miglin (72), el 4 de mayo, al cual torturó de varias maneras, tal como en los vídeos crueles en los que Andrew participara, para luego cortarle la garganta con una sierra para metales. Al dejar el lugar, cambió la camioneta de Mason por el auto lujoso de Miglin.


Cinco días después, Cunanan encontró a su cuarta víctima en Pennsville, New Jersey, en el Finn´s Point National Cemetery (“Cementerio del Punto Nacional de Finn”); el vigilador Willian Reese (45), aparentemente para apoderarse de su camioneta y así dejar atrás el auto altamente rastreable de Miglin. Después de este último asesinato, el FBI lo agregó en su lista de los “Diez Más Buscados”, bajo el Nº 449. Mientras la persecución federal se focalizaba en la camioneta de Reese –no le sirvió de mucho cambiar de vehículo–, Cunanan se dirigió a Miami Beach, Florida. Concurría a clubes nocturnos gay e hizo poco por cambiar su apariencia: usaba su verdadero nombre para empeñar los objetos robados, aunque sabía que la policía rutinariamente controla las casas de empeño en busca de evidencias. Parecía divertirse en grande: salía día y noche y se hospedó en el Hotel Normandie, un lugar usado por camioneros y viajantes, en el que Cunanan optó por alquilar una habitación por U$ 690 al mes. Había llegado a un punto de desequilibrio psicológico tal que hasta se “daba el gusto” de desafiar a la policía insolentemente.

Su mente no descansaba y sabía que el famoso diseñador de modas Gianni Versace vivía en South Beach; comenzó a buscarlo con el fin de asesinarlo. Cunanan concurría a los lugares en donde Versace era concurrente habitual, hasta que el 15 de julio lo encontró en el News Cafe, lo siguió y, en el momento en que el diseñador colocaba la llave para abrir la reja de su mansión, le disparó dos balas calibre .40 en su cabeza a muy corta distancia. Nunca se supo, en forma certera, por qué.

La prensa se volvió frenética. Según Orth, la cacería que se emprendió para capturarlo sólo se podía comparar con la realizada para atrapar James Earl Ray, el asesino de Martin Luther King.

Ocho días después de haber asesinado a Versace, el 23/7/97, Andrew Cunanan fue acorralado por las fuerzas policiales y se suicidó de un disparo en la cabeza en el dormitorio de la planta alta de la casa flotante que había encontrado deshabitaba en Miami, aparentemente para evitar su captura. La policía había descubierto la camioneta de Reese en un estacionamiento cerca de allí y había obtenido pistas proporcionadas por los vecinos de que alguien que se parecía a Cunanan vivía en el muelle en dicha casa flotante.


En el momento de los crímenes, hubo muchas especulaciones del público y la prensa acerca de los motivos que llevaron a Cunanan a actuar de ese modo. Una de ellas fue que había sido diagnosticado como HIV positivo; sin embargo, la autopsia reveló lo contrario. Asimismo, fue extensamente publicado que había estado involucrado en prostitución con hombres mayores a los que asesinaba, luego de chantajearlos, pero esto también quedó desacreditado con la muerte de sus “amigos” Trail y Mason y también con el asesinato del vigilante del cementerio a quien no conocía. Pero es innegable que la muerte del famoso Gianni Versace provocó que, en sólo ocho días, que  Cunanan se convirtiera en el centro de una cacería conjunta de las fuerzas locales y federales. Hasta ese momento, se había movido por South Beach con total desparpajo y muy confiado en sí mismo.

Por mi parte, me permito deducir que Cunanan, al saber que tenía al FBI tras sus pasos, hizo su última acción para ser famoso de por vida. En el libro y la película The Silence of the Lambs (traducida como “El silencio de los inocentes”) dice el personaje del Dr. Hannibal Lecter: “¿Qué es lo que lo lleva a matar? Lo que es objeto de su envidia día tras día y sabe que nunca podrá obtener”. Aunque se trata de una ficción-4-, encaja perfectamente en el caso de Andrew Cunanan: envidiaba la aceptación de la condición de homosexual que nunca había obtenido de su familia y que, asimismo, ellos tuvieran dinero y éxito. En ese momento, no buscaba dinero; se conformaba con la fama a cualquier costo.

La policía buscó cuidadosamente en la casa flotante que habitó Cunanan, con el fin de poner en orden las piezas que pudieran dar algo de luz a sus motivaciones; sin embargo, él asesino dejó muy pocas pertenencias personales. Los investigadores se sorprendieron, pues tenía la reputación de hacerse de dinero y costosas posesiones por medio de hombres ricos y mayores y lo único que encontraron fue varios tubos de crema con hidrocortisona (usualmente se utiliza para enfermedades de la piel) y una gran colección de libros de ficción de Carl S. Lewis.

Actualmente se emite "El asesinato de Gianni Versace" como la 2ª Temporada de la serie "American Crime Story". La familia del afamado diseñador ha manifestado su disgusto por su emisión, el cual proviene de que la misma se basa en el libro Vulgar Favours de la periodista Maureen Orth, el cual, si bien posee algunos detalles que coinciden con el resto de los biógrafos de Cunanan, este episodio en particular se encuentra plagado de datos que nada tuvieron que ver con la realidad, como el supuesto "acoso" de Cunanan a Versace, su "adoración", y principalmente porque sólo habían tenido en común un "saludo" y nunca tuvieron ningún otro tipo de contacto

Se realizaron entrevistas, debates, mesas redondas para intentar dilucidar el rompecabezas sobre los motivos de Cunanan, pero ninguna llegó a ser contundente como para tomarla con certeza. Sólo siguen resonando las palabras que pusiera Andrew Cunanan en su anuario de graduación de la escuela secundaria: “Después de mí, el desastre”.
























(*) Extraido de García Roversi, Susana P., Asesinos Múltiples 1, Colección “Sin Piedad”, vol. 1, Grupo Editorial HS, Buenos Aires, 2011, cap. III, "Asesinos Itinerantes".


Notas:

-1- El caso de Cunanan fue tristemente célebre, debido a que una de víctimas fue Gianni Versace, a quien asesinó de una forma tan insólita y nunca totalmente aclarada, que dejó atónito al mundo entero. Aunque Indiana, en su libro, utiliza la denominación “asesinos seriales” (como muchos otros autores y periodistas), por mi parte, lo ubico dentro de los “múltiples” –en este caso, asesino itinerante– tal como lo indica el “Manual del FBI”; Cunanan no enmarca en la definición de “asesino serial” porque: no tuvo un patrón a seguir; tampoco el impulso homicida irrefrenable; no obtenía satisfacción sexual con los asesinatos (si bien algunos homicidas seriales tienen otras motivaciones) ni tampoco tuvo el llamado “período de calma” que este tipo de asesinos posee entre un crimen y otro. Por el contrario, luego de cada asesinato se volvía más eufórico. La única característica que Cunanan comparte con los asesinos en serie es su inteligencia en moverse para no ser capturado por la policía. Los homicidios fueron cometidos, salvo los dos primeros, por conveniencia (dinero, cambio de autos, etc.) y el último, el de Versace, se especula que lo hizo para buscar fama, aun a costa de su propia vida.

-2- En la película Seven (trad. como “Pecados capitales”), Eli Gould es el nombre de la segunda víctima del asesino serial del film y también se trata de un abogado adinerado, el cual es asesinado en su estudio. Sólo un dato curioso que me llamó la atención.
-3- Dos incidentes de acoso salieron a la luz: uno con la actriz Lisa Kudrow y otro con el actor Hugh Grant. Su dormitorio, según un amigo, estaba decorado con un tributo a Tom Cruise y plagado de maldiciones hacia a su entonces esposa, Nicole Kidman, y le dijo que “con ella no podría tener lo que él sí podía darle”.
-4- Thomas Harris, autor del libro, tuvo asesoramiento directo del ex agente del FBI, Robert K. Ressler, uno de los fundadores de la Unidad de Ciencias de la Conducta (Behavioral Science Unit, BSU) de dicha agencia federal, situada en Quantico, Virginia.

Bibliografía utilizada:

Clarkson, Wensley, Death at Every Stop (“Muerte en cada parada”), St. Martin Paperbacks, New York, 1997; Indiana, Gary, Three Months Fever (“Tres meses de fiebre”), Cliff Street Books/Harper & Collins, New York, 1999; Orth, Maureen, Vulgar Favours (“Favores vulgares”), Delacorte Press, New York, 1999.

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