EL “CLAN PUCCIO”: CLAVES Y VERDADES PARA ENTENDER EL CASO POLICIAL QUE SACUDIÓ A UN PAÍS ENTERO (1982-1985)© Dra. Susana García Roversi 4ª PARTE -FINAL-

EL FINAL


Gracias a los beneficios que otorga nuestra legislación, todos fueron quedando libres: Díaz, en 2006 fue beneficiado con la prisión domiciliaria, tras 21 años en la cárcel; el albañil Vilca, condenado como partícipe necesario, salió en libertad condicional el 11/11/94, luego de siete años de prisión en la cárcel de Caseros, sin pago de fianza; sólo se le impuso una caución juratoria; Fernández Laborda estuvo 20 años preso y fue liberado el 23/3/07, pero fue detenido y procesado nuevamente el 21 de diciembre de ese año por una estafa y condenado, por lo cual se encuentra nuevamente en prisión. 


En cuanto a Alejandro Puccio, en la cárcel, intentó nuevamente quitarse la vida ahorcándose con una sábana y una vez más, en enero de 1989, se tragó varias hojillas de afeitar; en ambas oportunidades lograron salvar su vida.

De acuerdo a mi propia y exclusiva opinión, Alejandro Puccio no se intentó suicidar tantas veces “por remordimiento” como afirmaron –y afirman aún–algunas fuentes periodísticas, sino porque cayó en la cuenta que la fachada de “buen muchacho”, deportista reconocido, con un negocio top en pleno centro de San Isidro y sobre todo de “buena familia” que tanto se había dedicado a construir, se le cayó como un castillo de naipes en forma repentina e inesperada. Y esto lo afirmo pues él siempre se declaró inocente de todos los cargos que se le imputaron, aun cuando la evidencia era apabullante en su contra. ¿Cómo se puede sentir remordimiento por algo que, según él, no hizo?

Alex no fue el joven sombrío y atormentado que han mostrado las diferentes ficciones que se realizaron sobre el accionar de “El Clan Puccio”; muy por el contrario, fue un cómplice activo de la banda que lideraba su padre y disfrutaba del dinero que obtenía por ello; nunca trabajó –salvo en su negocio y cuando tenía 24 años– y se dedicaba, de lleno, a un deporte en un club que no es “para todos” con una vida social muy activa. Cuando fue un copartícipe altamente necesario en el secuestro de su “amigo” Eduardo Manoukian, con quien compartía no sólo eventos deportivos sino también reuniones y salidas, además de ayudar durante el cruel cautiverio al que fue sometido el joven, sería muy ingenuo pensar que no lo reconocería y/o atestiguaría que estaba con él cuando fue secuestrado y que rápidamente todo saldría a la luz ¿No pensó en que lo iban a matar? Aun así, si tan enojado y molesto estuvo con su padre “y su pandilla” por lo que pasó ¿por qué aceptó el dinero que Arquímedes le dio “por los servicios prestados? Tenía 24 años cuando comenzó, en forma organizada, el “negocio” de los secuestros y de 28 cuando todo terminó ¿por qué no se fue de su casa como lo hizo su hermano Guillermo, cinco años menor que él? Muy simple: estaba muy cómodo y tenía una vida que no estaba dispuesto a abandonar. Lo que opino sobre Alejandro Puccio también se encuentra corroborado en dos testimonios posteriores: Uno el de Díaz, en su entrevista con Palacios: ante la pregunta del periodista acerca de si Alex formaba parte de la banda contestó: “Claramente. Alejandro era ambicioso. Lo pintan como inocente o culposo o víctima del padre. Pero era flor de turro. Igual que Arquímedes, una rata asquerosa”. Lo mismo sucedió con Contepomi: “El «pibe» sabía todo”, declaró en sede judicial.

Por otro lado, en una entrevista que dio el afamado rugbier argentino Hugo Porta, éste dijo, al preguntársele si en algún momento tuvo sospechas sobre él: “No, en absoluto. Ni se nos pasaba por la cabeza que un compañero que se sentaba a comer con nosotros en una gira, iba a tener a una mujer encadenada en su casa”. Ante una nueva pregunta sobre si pensó en algún momento que podía haber sido alguna de sus víctimas: “Yo era una rata para él. Venía de un club como Banco Nación y conmigo no tenía ninguna chance de hacer absolutamente nada. Eliseo (Branca) estaba en la lista, pero el padre de él tenía una fortuna y yo, en ese entonces, no era nadie (...). Es increíble la ficha que te cae con el correr del tiempo. Cuando te toca de cerca y ves que vos tuviste momentos de alegría con él, tanto en Sudáfrica como en Europa, te replanteás todo. Decís: «P..., me entregué auténticamente al ciento por ciento y este tipo guardaba uno de los secretos más macabros. Es increíble que nos estuviera haciendo inteligencia en ese momento y es algo que te asusta de sólo recordarlo” En cuanto a si había vuelto a tener algún tipo de contacto con Alejandro respondió: “No directamente. (...) me llamó un asistente social desde la cárcel (...) y me p[idió] si podía ir a visitarlo. La verdad es que no me despertó nada y por eso decidí no ir. (...). Fue tan miserable que nos traicionó a todos y a todo lo que aprendimos a lo largo de nuestra vida. Su parte enferma supera todo. Era un monstruo” [1].

Así se sintió el “mundo del rugby” respecto de Alejandro Puccio: Manoukian y Aulet eran amigos y/o conocidos en este ámbito. Es indudable que Arquímedes fue un padre psicópata, tirano, megalómano, narcisista, y manipulador, pero el ejemplo que dio su hermano menor muestra a las claras que el primogénito hubiera podido hacer otra cosa y no lo hizo.

Otro dato importante que salió a la luz durante las declaraciones de Fernández Laborda y Díaz fue que Arquímedes les pagaba mucho menos dinero que él que se reservaba para sí (“yo pongo la infraestructura y eso cuesta plata”, les decía) y del que le dio a Alejandro en su momento. Al enterarse de los montos que pedía como rescate, eso los enfureció –se debe recorsar que las negociaciones eran realizadas exclusivamente por Arquímedes– y fue una de las causas por las cuales sus confesiones fueron tan precisas y detalladas.

Añejandro Puccio en la cárcel.
Con el paso del tiempo fue resignándose y organizó junto con Sergio Schoklender [2] el centro universitario de la cárcel de Villa Devoto y se recibió de psicólogo. Obtuvo un polémico permiso de salidas transitorias en 1997, la cual motivó el repudio conjunto y la consecuente apelación por parte de los familiares de sus víctimas; le fue revocada pues, entre otras cosas, violó dicho permiso al desplazarse por la ciudad. Este beneficio le permitía salir a trabajar (a una institución psiquiátrica). Asimismo también el juez que se lo había otorgado computó erróneamente el tiempo que había estado en prisión para acceder a estos beneficios. Tuvo que regresar al penal y, en 2008, y luego de haber obtenido la libertad condicional, se casó con una mujer con quien se escribía desde la cárcel y trabajó como vendedor de purificadores y filtros de agua [3]. Murió, ocho meses después, a causa de una neumonía, producto de sus varios intentos de suicidio; tenía 49 años y pasó 19 en prisión.

Por último, el “jefe”, Arquímedes Puccio, estuvo 23 años encarcelado[4]. En noviembre de 2003 se le otorgó el beneficio del arresto domiciliario por su edad avanzada (74 años); poco tiempo después,  el fiscal de ejecución penal, Oscar Hermelo, solicitó su regreso a prisión por haber violado las condiciones que se le impusieron cuando se le otorgó dicho beneficio. El pedido se basó en un vídeo de un programa de televisión como prueba, en el cual se veía a Puccio admitiendo, ante una cámara oculta que, efectivamente, violaba las condiciones del arresto domiciliario.  En ese momento residía en una casa en Talar de Pacheco –Prov. de Buenos Aires–, y asimismo se comprobó que había concurrido al Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Capital Federal para obtener el subsidio por edad avanzada que otorga el organismo, de lo cual existían registros por escrito. Si bien los vídeos –tanto televisivos como de los propios vecinos– no fueron tenidos en cuenta por el magistrado, su actividad en el citado Colegio Profesional, fue considerada prueba indubitable y tuvo que regresar a prisión hasta su liberación en 2008.

Como una ironía del destino, salió libre el mismo año que murió Alejandro. Se recibió de abogado (al salir, le faltaba un par de materias pues estudió en prisión) y, si bien en un principio intentó ejercer su profesión en La Plata –capital de la Prov. de Buenos Aires– la condena social y el asedio periodístico hicieron que, finalmente, se radicara en la ciudad de Gral Pico –Prov. de La Pampa–. Allí un pastor evangélico le ofreció vivienda en un inquilinato y se encargaba de trámites menores, pero cuando la gente se enteraba de quién realmente era, se apartaban. Poco duró allí pues tuvo varios problemas con sus compañeros de casa; fue a parar a casa de “un amigo”, alejado de la ciudad y en medio del campo. 


Puccio y Rodolfo Palacios (Infobae)
En varias entrevistas que mantuvo con Rodolfo Palacios le dijo que “no se arrepentía de nada”; alardeaba en forma grotesca y vulgar de su virilidad; criticaba fuertemente a la prensa por “la injusticia al que fue sometido”  y expresó su admiración por Hitler. En cuanto a su tiempo en prisión se consideraba “un preso político” y llegó a compararse con Nelson Mandela; en resumidas cuentas, un psicópata agresivo con todas las letras y, además, sumamente perverso [5]. Como sucede a menudo, citaba continuamente la Biblia (a su favor) y oscilaba entre ser un "nuevo hombre de fe"; su lenguaje obsceno y explícito; sus burlas y desprecio a los lugareños (“Estos se la pasan mostrando sus casas y sus autos. ¿Con qué autoridad pueden juzgarme y señalarme con el dedo? —se pregunta y luego de un breve silencio, se responde—: Con ninguna autoridad, turros de m...”) y, por supuesto, negaba absolutamente todo lo que, según él, le habían "armado en su contra".

Una de las últimas fotos de Arquímes Puccio.
Nunca más volvió a ver a su familia desde su captura; ni sus hijas ni su esposa siquiera lo visitaron en la cárcel. Su hijo Guillermo nunca regresó al país, Daniel se “salvó” solo; con Alex tuvo breves cruces durante las investigaciones pero éste lo ignoraba y, como dijera, Silvia falleció en 2011. Según Palacios, este fue el único momento en que lo vio llorar desconsoladamente. Ese mismo año sufrió un accidente cerebro vascular del que nunca puso recuperarse. Finalmente, el 3/5/13 falleció en la ciudad de Gral. Pico en el hospital local, por causa de un tumor cerebral; nadie reclamó sus restos.

CONCLUSIÓN

Arquímedes Rafael Puccio nunca admitió haber secuestrado y/o asesinado a las cuatro víctimas; lo cual en parte es cierto pues él, personalmente, no fue quien puso fin a la vida de Manoukian, Aulet o Naum: el trabajo sucio lo hicieron sus cómplices. Pero ninguna duda cabe que fue el “cerebro” manipulador y perverso que condujo a tanto dolor y me atrevo a decir que no sólo lo hizo por dinero, sino que disfrutaba la tortura que infligía a sus víctimas y a sus familiares.Su hijo, Alejandro, siempre se declaró inocente a pesar de las contundentes declaraciones en su contra por parte de otros miembros de "El Clan": Díaz y Fernández Laborda. Algo que me llamó mucho la atención es que su padre nunca intentó siquiera "despegarlo" de la banda; no existe ninguna declaración de Arquímedes en la cual defienda la pretendida inocencia de Alejandro. Un padre de una familia "absolutamente normal" –como él clamaba– no hizo nada para desligarlo de las aberrantes acusaciones en su contra. Curioso ¿no?

Pero la gran pregunta continúa flotando: ¿Es posible que su esposa y su hija mayor (tenía 22 años al comienzo del accionar criminal de su padre) hayan convivido en la misma casa con los secuestrados sin saber ni sospechar nada? ¿Qué su esposa entregara un plato de comida “extra” sin saber hacia quién iba dirigido? ¿Qué nadie escuchara nada? Es cierto que Arquímedes no permitía en lo absoluto el más mínimo interrogante acerca de sus negocios o sus actividades, pero lo cierto es que principalmente todos disfrutaban del dinero que llegaba sin ningún tipo de reparos y, por sobre todo, sin hacer preguntas, salvo los dos hijos menores.

Tampoco se pudo probar que Puccio, con o sin sus “asociados”, participó de otros secuestros extorsivos. La jueza Servini de Cubría halló muchos papeles en su escritorio de Arquímedes, con otros textos de “postas”, números telefónicos y se puso en duda su participación en los secuestros de Guillermo Gotelli y del ingeniero Lanusse, quienes pagaron sendos rescates pero no quisieron colaborar con la investigación. Asimismo la magistrada no tenía dudas que hubo muchos más (no seguidos de muerte) por la cantidad de escritos encontrados. Una de sus afirmaciones acerca de quién fue, para ella Arquímedes Puccio: “Un psicópata. Y los Puccio eran una familia enferma”.

Por mi parte adhiero a lo dicho por la jueza y para terminar transcribo una de las tantas afirmaciones de Arquímedes Rafael Puccio realizadas al periodista Rodolfo Palacios, al referirse a los pobladores de Gral. Pico que se apartaban de él cuando se enteraban de su macabra historia: "¡Están en p...!  Mi familia era normal. La hicieron m... esos hijos de p.... Deberían ponerse de pie al oír mi nombre. Manga de brutos desagradecidos. Soy Arquímedes Rafael Puccio, les digo. Y muchos se caen de c.... (...) Y yo me (...) les c... de risa en la cara". Creo que no hay más que agregar.

BIBLIOGRAFÍA GENERAL

Betti, Alicia, Aun así, Atlántida, Buenos Aires, 1994; Frescó, Daniel, Secuestros S.A., Vergara, Buenos Aires, 2004; La siniestra historia de la banda que lucró con la muerte (parte Nº 2), “El Liberal”, Santiago del Estero, ed. especial, 5/9/15, www.elliberal.com.ar/noticia/207398/siniestra-historia-banda-lucro-muerte-parte-n-2; Palacios, Rodolfo, El Clan Puccio. La historia definitiva, Planeta, Buenos Aires, 2015; Rev. “Gente” 13/8/15, www.gente.com.ar/actualidad/el-clan-puccio-arquimedes-era-un-psicopata-pero-toda-la-familia-estaba-enferma/18793.htmlRuiz Guiñazú, Magdalena, El salvajismo de los Puccio contado por sus víctimas, Diario “Perfil”, 13/7/08.




[1] Diario Perfil, supl. “442”, Porta: Alejandro Puccio fue miserable, nos traicionó, 19/9/15, http://442.perfil.com/2015-09-19-387573-porta-alejandro-puccio-fue-miserable-nos-traiciono.

[2] Sergio Mauricio Schoklender (30/5/58) es un abogado, psicólogo y empresario argentino, que cobró notoriedad tras haber sido condenado, junto a su hermano menor Pablo, por el asesinato de sus padres en Buenos Aires el 30/5/81, lo que se conoció como el “Caso Schoklender”. Salió de la cárcel en 1995 y se dedicó a la abogacía; defendió a su hermano Pablo quien se había fugado antes de ser condenado a prisión perpetua –luego de que la fiscalía apelara su primaria declaración de inocencia– y a los hermanos Da Bouza quienes asesinaron a su padre. En ambos casos no tuvo éxito y los tres fueron condenados a prisión perpetua; su hermano, más adelante, obtendría la libertad condicional.

[3] Lo llevaba a cabo en los domicilios que obtenía por contactos que le brindaban quienes eran sus compradores. No creo que ninguno de ellos lo reconociera, pues habían pasado muchos años y no tenía la apariencia del “joven” que todo el país vio por fotografías cuando era llevado a tribunales o durante el juicio.

[4] Varios tribunales del país declararon la inconstitucionalidad de la prisión perpetua, incluso la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires; por lo tanto los condenados a dicha pena deben cumplir 25 años como máximo de prisión efectiva para lograr su libertad.

[5] Me atrevo a especular que los familiares de las víctimas condicionaron su apoyo al director de la película Pablo Trapero por estas entrevistas realizadas al verdugo de sus seres queridos que ocupan más de la mitad del libro. Por ello el director decidió recurrir a su propio guión, basado, principalmente, en el testimonio de los familiares y los documentos judiciales.

1 comentario:

  1. Demasiada fe en las declaraiones de contemponi y Díaz, entre otros.
    Es inútil, a la gente le gusta creer en algo y luego lo defiende como propio. es cosa del ego, y de importancia personal.
    Todos eran igualmente culpables.

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