1. Concepto de secta. Diferencias con las sectas o cultos
destructivos. No se pueden negar las connotaciones negativas de la palabra
“secta”. En el saber popular, una “secta” siempre designa, por lo menos, a un
grupo separado de una corriente religiosa principal, por causa de diferencias
dogmáticas (como es el caso de los “Testigos de Jehová”, que no aceptan la
divinidad de Jesucristo), o por un deseo personal de su líder (el caso del rey
Enrique VIII de Inglaterra).
No obstante, desde hace unos 30 años, el problema ha dejado de ser
exclusivamente teológico para adentrarse en la esfera de lo social, y las
sectas o divisiones de una religión han dado paso a los cultos. ¿Qué los
diferencia? Una secta es una rama de un movimiento, en principio, religioso,
que se separa y se distingue por diferentes razonamientos o creencias del
tronco principal. El culto no es una religión, sino que se trata de una
adoración y seguimiento ciego e incondicional hacia una persona y no a un
movimiento: lo que dice o piensa el líder es “ley” en el culto y nadie puede
apartarse de ello sin sufrir graves consecuencias. Algunos estudiosos de estos
fenómenos, con el fin de contar con un término neutro, han propuesto el de
“nuevos movimientos religiosos”.
Pero, en el fondo, existe otro gran problema. Es una aberración
designar a una secta socialmente peligrosa, como la “Verdad Suprema”, con el
mismo término aplicado a corrientes religiosas que, simplemente, se apartan del
dogma tradicional. Esta distinción no es banal ni se limita a la esfera de lo
individual. En muchos países, México entre ellos, las asociaciones religiosas
gozan de ciertos privilegios. Otorgárselos a todas, bajo este amplio espectro
de “nuevos movimientos religiosos” constituye un despropósito de la ley, pues
no es la finalidad de ésta beneficiar a un grupo que se dedica a socavar y
destruir a la sociedad en su conjunto, además de perjudicar a sus miembros, en
forma física, psicológica, económica o penalmente responsable.
¿En qué momento una corriente religiosa se convierte en secta o en
un culto personal peligroso? Esto es de mucha importancia pues es lo que permite
diferenciar un apacible gurú de un fanático peligroso. El aspecto central es la
manipulación que ejerce sobre sus miembros, y para detectarla, los expertos se
basan en los siguientes ocho criterios establecidos por el Dr. Robert Lifton.
a) Control de la comunicación. El líder decide con quiénes se
comunican y/o relacionan los adeptos, y limita sus fuentes de información. Esto
puede ser en forma de prohibición explícita o implícita (“No hay que perder el
tiempo leyendo”) o como consecuencia de las demandas de participación en el
grupo (trabajo excesivo, charlas grupales obligatorias, etc.), por lo que el
adepto no tiene tiempo para otras actividades.
b) Misticismo artificial. No es difícil crear experiencias místicas
que refuercen la sensación de “estar avanzando en el sendero”: velas, incienso,
rezos o mantras, comidas especiales, música contínua y otros elementos pueden
usarse para convencer al adepto de la validez de las prácticas.
c) Redefinición de los términos. Cada grupo tiene su propio
lenguaje, su propia interpretación de las palabras, incluso las de uso común,
impuestas, por supuesto, por su líder. Aprender a usar este vocabulario crea en
el adepto una fuerte sensación de pertenencia que, en muchos casos, es
precisamente lo que buscaba al integrarse al grupo.
d) Primacía de la doctrina sobre el adepto. La experiencia
individual no puede contradecir al dogma que el líder impone. Si el grupo dice
que en una meditación, inducida y manipulada por el líder, se perciben
determinadas cosas (visuales, auditivas, olfativas, etc.), eso es lo que el
adepto dice (cree) que ocurre. Si admitiera que “no sintió nada”, se justifica
con la noción de que “aún no ha avanzado lo suficiente” y puede ser objeto de
represalias de diversos grados.
e) Infabilidad del dogma. El dogma no debe ser sujeto a discusión ni
pensamiento lógico alguno, ya sea porque se trate de la palabra del “maestro” o
de una “revelación divina” hacia él.
f) Culto a la confesión. La confesión pública no sólo permite
“redimir los pecados”, sino que establece fuertes lazos de complicidad entre
los adeptos.
g) Demandas inalcanzables de pureza. Al establecer una norma
inalcanzable, el adepto vive en estado continuo de vergüenza y culpabilidad que
lo vuelve altamente vulnerable a otras demandas.
h) Dispensa de la existencia. El líder, junto con su grupo más
allegado, decide quién tiene derecho a vivir y quién no. Si no es en esta vida,
al menos, sí les promete a los adeptos que cumplan con todas las reglas, las
normas de salvación.
Robert Lifton fue un psiquiatra y sociólogo que estableció estos criterios tras estudiar las técnicas de coerción empleadas en China para convertir al comunismo a los disidentes e, incluso, a los prisioneros de guerra (los conocidos “lavados de cerebro”).
Robert Lifton fue un psiquiatra y sociólogo que estableció estos criterios tras estudiar las técnicas de coerción empleadas en China para convertir al comunismo a los disidentes e, incluso, a los prisioneros de guerra (los conocidos “lavados de cerebro”).
FUENTE: García Roversi, Susana P., “Asesinos Múltiples 1”, Colección
“Sin Piedad”, vol. 1, Grupo Editorial HS, Buenos Aires, 2010.
No hay comentarios:
Publicar un comentario