EL “CLAN PUCCIO”: CLAVES, MITOS Y VERDADES PARA ENTENDER EL CASO POLICIAL QUE SACUDIÓ A UN PAÍS ENTERO (1982-1985))© Dra. Susana García Roversi 1ª PARTE

INTRODUCCIÓN

A principios de la década de los años ´80, este evento criminal tan especial sacudió a la Argentina, tanto por los sujetos involucrados como por el contexto político durante el cual se desarrolló. No obstante, el año pasado, en los meses de agosto y septiembre, se estrenaron una película –“El Clan” dirigida por Pablo Trapero– y una miniserie local –“Historia de un clan” bajo la dirección de Luis Ortega, basada en el libro “El Clan Puccio” de Rodolfo Palacios– y, una vez más, este infame caso resurgió en los medios de comunicación de manera súbita y arrolladora.

Ambas poseen entre sí algunas diferencias notables, así como con lo que realmente sucedió aunque, desde mi perspectiva, el filme se halla mucho más ajustado a la realidad. Pablo Trapero también realizó el guión –en coautoría–, pero sobre la base de los testimonios directos de las familias de las víctimas –quienes autorizaron expresamente a que se dieran sus nombres reales–; del Dr. Daniel Piotti [1], y de amigos y allegados de la familia del cabecilla de la banda, Arquímedes Puccio, que se animaron a hablar abiertamente de ciertos hechos ocurridos en aquel momento.


La miniserie relaciona directamente la denominación de "clan" a la familia lo cual, como se verá, es medianamente parcial y algo sensacionalista. Posee guión, en gran parte, se basa en el libro de Rodolfo Palacios (editado en 2015), el cual a su vez, posee su eje central en sus propias entrevistas personales –la más extensa, al propio Arquímedes, pero también a uno de sus hermanos, a dos de los integrantes del macabro “clan” y algunos familiares de las víctimas–. Como se podrá apreciar en el presente artículo, y tal como sucede en la mayoría de estos libros basados en intercambios personales y/o epistolares con los propios criminales, todos y cada uno de ellos afirman “su” verdad, la cual muchas veces es contradictoria, y se las debe contrastar con documentos veraces y objetivos, como los expedientes judiciales y/o declaraciones del resto de los involucrados –víctimas, familiares, magistrados, personal de seguridad, material fílmico y/o fotográfico –este último bastante escaso y muy teñido de sensacionalismo en ese entonces–. Esta circunstancia lleva al lector a crear conceptos erróneos y confusos sobre lo sucedido; en el caso de los criminólogos, encontramos más fácilmente estas argumentaciones confusas y contrapuestas, pues no poseen los hechos (o un panorama de ellos) y/o el contexto completo de la realidad, para comprender, lo más profundamente posible, la génesis, desarrollo y culminación de este caso, reitero, tan especial.

Igualmente ninguna de las dos –quizás debido a las limitaciones lógicas que tiene una película y/o miniserie– se corresponde al 100% de lo realmente sucedido, además de poseer omisiones y/o cambios muy importantes, sobre todo en cuanto al contexto político que rodeó este caso criminal y en el desarrollo de la vida y personalidad criminal del líder de esta asociación ilícita lo cual, por mi parte, creo que es determinante para una investigación criminológica, al menos, global.

CONTEXTO HISTÓRICO-POLÍTICO Y ANTECEDENTES  DE ARQUÍMEDES PUCCIO

El 10/12/83 asumía, por el voto popular, como Presidente el Dr. Raúl Alfonsín y con ello culminó la dictadura militar más sangrienta de nuestra historia que comenzara con el golpe de Estado del 24/3/76. Durante estos siete años la persecución ideológica y política conllevó a los secuestros y “desapariciones” de hombres y mujeres, junto con la apropiación ilegítima de sus hijos –algunos por nacer y otros de escasos meses de edad–; de familias enteras, “sencillamente” para desvalijar sus casas y apropiarse de sus bienes y también al asesinato de algunas personas con vinculación económica y/o política [2], en forma mezquina y deleznable, en contra de los intereses económicos de algunos de los militares gobernantes de facto.

Sin embargo, este terrible accionar, lamentablemente, cedió su paso al horror casi a diario de los secuestros extorsivos seguidos de muerte, tal como había sucedido años atrás, pues este terrorismo de Estado de 1976/82 no puede ser separado del ejercido por la “Alianza Anticomunista Argentina” (AAA, conocida como la “Triple A”) [3], grupo paramilitar y terrorista de la extrema derecha peronista en la Argentina que persiguió y asesinó intelectuales, políticos de izquierda, estudiantes, historiadores y sindicalistas, además de utilizar como método las amenazas, las ejecuciones sumarias y la desaparición forzada de personas durante la década de 1970; se la considera responsable de la desaparición y muerte de casi 700 individuos. Muchos artistas, intelectuales y científicos debieron salir del país obligatoriamente y sufrieron el exilio por años, entre ellos el ganador del Premio Nobel de Medicina en 1984, César Milstein, quien se radicó en Gran Bretaña. Estas acciones delictivas fueron declaradas  como delitos de lesa humanidad por el juez federal Norberto Oyarbide en 2006.

Pero, si bien mi intención no es elaborar un artículo sobre historia argentina, considero que es extremadamente importante señalar este contexto histórico-político que fue decisivo en la formación y desarrollo del accionar criminal del infame “Clan Puccio”, por lo que recomiendo la lectura de las notas 2 y 3  para comprender más ampliamente el origen y formación de quien fuera el líder de esta asociación ilícita asesina: Arquímedes Rafael Puccio.

Cuadro pintado por Isabel Ordano en 1941 en el cual aparecen
cuatro de sus hijos. En el medio, Arquímedes Puccio.
Nació en el barrio de Barracas, Capital Federal, el 14/9/29, y fue el mayor de cuatro hermanos; su padre, Juan, fue jefe de prensa del Ministro de Relaciones Exteriores, Dr. Bramuglia durante la 1ª Presidencia de Juan D. Perón (1946/49) y su madre, Isabel Ordano, era pintora. Egresó del Colegio Comercial Hipólito Vieytes de Buenos Aires; varios años después se graduó de Contador Público en la Facultad de Ciencias Económicas y el 5/10/57 contrajo matrimonio en Buenos Aires con la docente, Epifanía Ángeles Calvo, una profesora de matemáticas y contabilidad con quien tuvo cinco hijos: Alejandro (1958); Silvia (1960); Daniel (1961); Guillermo (1963) y Adriana (1970). 

Arquímedes, entre 1947 y 1964 se desempeñó como Vicecónsul en el Ministerio de Relaciones Exteriores y realizaba misiones de correo diplomático entre Buenos Aires y Madrid. El ex presidente Juan D. Perón (en ese entonces en el exilio en dicha ciudad europea) le había entregado un reconocimiento escrito por ser el diplomático más joven de la época (19 años). Sin embargo fue desafectado de sus funciones, acusado de contrabandear –por valija diplomática– 250 pistolas italianas, aunque nunca se le inició proceso administrativo ni judicial por ello. Creo que este es un punto de inflexión en la vida de Arquímedes: los contactos políticos, policiales y judiciales de su padre lo "salvaron" por primera vez y este aprendizaje lo aplicaría en toda su vida delictiva.

Por  ese  entonces,  y aunque  no  sabía  nada  del tema,  fue  nombrado Subsecretario de Deportes de la entonces Municipalidad de la Ciudad Buenos Aires, pero no duró mucho: una vez más, fue sospechado y acusado de un grave delito: el secuestro de un alto ejecutivo de la empresa “Bonafide”, Segismundo Pels, por el que se pagó un rescate de un millón de dólares. La investigación policial no pudo –¿o no quiso?– hallar pruebas en su contra, por lo que tampoco se le inició proceso judicial alguno, lo cual indicaría su "aprendizaje" referido en el párrafo anterior.

Luego trabajó en una fábrica de repuestos de autos y en un supermercado, donde fue gerente de Relaciones Públicas, y, en 1973, comenzó a concurrir a  la  “Escuela  Superior  de  Conducción  Política”  que  dependía  del  Movimiento  Nacional Justicialista y estaba bajo la órbita del Ministerio de Bienestar Social, a cargo de José López Rega (ver nota 3).

Curiosamente no se le registra y/o conoce empleo alguno, público o privado, desde esa fecha; lo único que hizo fue montar una rotisería (venta de comidas elaboradas)  “Los Naranjos”, en la esquina de su casa, situada en pleno centro de la ciudad de San Isidro, Prov. de Buenos Aires [4], cuya propiedad había adquirido en 1980. Pero, unos años después, lo cerró (“no me cerraban los números, declaró a Palacios) y así lo mantuvo por varios años sin siquiera ofrecerlo en alquiler con el fin de lograr algún tipo de renta. Y aquí surge la primera pregunta ¿Cómo pudo comprar una gran casa en el pleno corazón de San Isidro? Según su hermano Rómulo, quien fuera entrevistado por Palacios, cuando fallecieron sus padres, Arquímedes estafó a todos los hermanos y se quedó con todo el dinero de la venta del departamento de sus padres y, asimismo, con todo el mobiliario y objetos de valor que poseían [5].

A pesar de ello los números “no cierran” por varios motivos: 1) el valor de una propiedad con un local comercial en pleno centro de uno de los suburbios más caros del Conurbano Bonaerense (suburbios de la Cdad. de Buenos Aires) dista mucho del de un departamento en el barrio de Balvanera, no sólo en cuanto a valor intrínseco sino también respecto de su mantenimiento (impuestos, tasas y contribuciones municipales etc.); 2) existe material fotográfico de todas las reformas que le realizó a la casona –evidentemente la compró para refaccionar–, lo cual también le debe haber costado una gran suma de dinero; 3) el nivel de vida que llevaba con su familia de aquí en adelante: vacaciones; colegios privados y todos los gastos que esto conlleva; los viajes que realizaban sus hijos varones derivados del rugby, un deporte amateur muy costoso pues son los propios jugadores los que pagan sus gastos y en un club muy exclusivo de la zona [6], no tiene justificación alguna. ¿De dónde obtenía tanto dinero para costear todo esto? Resulta, al menos sospechoso, que al ser desafectado de su cargo como funcionario municipal, montara un negocio y su familia viviera como si gozara de una situación económica bastante acomodada, la cual dependía, según los registros, sólo de los ingresos de la madre como docente y del moderado ingreso proveniente del negocio. Pareciera que ese millón de dólares por el rescate del  empresario mencionado fue muy bien utilizado”. Además ninguno de sus hijos mayores –Alejandro, Silvia y/o Daniel– tuvieron algún trabajo remunerado en sus vidas; aunque el primero, tiempo después, montara un local, a metros de su casa, para dedicarse a la venta de velas y vestimenta para windsurf –al que llamó “Hobby Wind”–, otro deporte carísimo y elitista que es practicado, mayormente, en la costa norte del Río de la Plata y por una minoría adinerada. Luego retomaré la historia familiar más detenidamente y ubicaré en el tiempo el montaje de este costoso negocio de Alejandro.

Luego de su salida “forzosa” de sus funciones municipales, Arquímedes Puccio siguió frecuentando el Ministerio de Bienestar Social y su “escuela”, y fue allí donde conoció a quien sería uno de sus futuros “socios”, Guillermo Luis Fernández Laborda, el cual trabajaba como empleado administrativo en el Hospital Ramos Mejía de la Ciudad de Buenos Aires. Ambos llegaron a ser miembros del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea y el 20/6/73, aparentemente, en el aeropuerto internacional de Ezeiza, conocieron a Roberto Díaz y al Cnel. del Ejército (R) Rodolfo Victoriano Franco, el día del regreso definitivo de Perón a la Argentina [7].

Pero los antecedentes político-militares de Arquímedes Puccio no terminan aquí; también formó parte del Batallón de Inteligencia 601, unidad especial de inteligencia del Ejército Argentino, la cual fue célebre por tener una activa participación en la conocida como “guerra sucia” (terrorismo de Estado en las décadas de los ʾ70 y ʾ80) y en la denominada “Operación Cóndor”[8]).




[1] Ex Juez Federal en San Isidro, Prov. de Buenos Aires– estuvo a cargo de la investigación del secuestro seguido de homicidio de la primera víctima de “El Clan” y, aunque la cerró por falta de pruebas, la reabrió cuando se produjeron los arrestos y dos de los detenidos confesaron su autoría.

[2] El 28/4/77, el empresario Fernando A. Branca, ex miembro del Servicio Penitenciario, mayorista de papel reciclado y propietario de 3.000 ha sembradas con lino en Rauch, Prov. de Buenos Aires, desapareció misteriosamente cuando salió a navegar con su socio, el Almirante y Comandante en Jefe de la Armada (Marina) Emilio E. Massera, integrante de la primera junta militar que gobernó luego del golpe de Estado de 1976; su cadáver nunca fue encontrado. Massera intercedió ante el contralmirante contador Andrés Covas, impuesto por él en la presidencia del Banco Central, para que autorizara una transferencia internacional por U$ 1.200.000, para poder comprar los campos de Branca; asimismo el almirante utilizaba un departamento ubicado en el barrio de Palermo para sus encuentros con diversas amantes, protegido por su numerosa custodia personal; una de ellas fue Martha Rodríguez McCormack, esposa de Branca. El empresario tenía vínculos económicos con Massera, y quienes lo relacionan a éste con su desaparición plantean tanto la hipótesis de la apropiación de sus bienes –también poseía dos departamentos en EE.UU.– como por su relación amorosa con la esposa de Branca. También Massera fue considerado responsable de la muerte de la diplomática Elena Holmberg y del publicista Marcelo Dupont. La primera, sobrina del Tte. Gral. Alejandro A. Lanusse –último presidente militar de la dictadura anterior (1966-1973), “desapareció” en 1978 en Buenos Aires, recién llegada de París, Francia, en donde trabajaba en la embajada argentina. Fue secuestrada por el brutal “Grupo de Tareas 3.3.2” de la Escuela de Mecánica de la Armada; Massera había ordenado su traslado a Buenos Aires y su cadáver apareció más tarde en las aguas del Río Luján, en la ciudad de Tigre. Holmberg trabajaba en el Centro Piloto de la Marina Argentina para contrarrestar la “campaña antiargentina”; en Francia, asimismo, se habían exiliado muchos argentinos y brindaban testimonio de las atrocidades que se cometían en nuestro país. Ella afirmaba tener una foto de Massera con el dirigente montonero (sector de la guerrilla argentina de aquel entonces) Mario Firmenich y quería entregarla al Tte. Gral. Videla –entonces en ejercicio de la presidencia de facto y Comandante en Jefe del Ejército– de las relaciones entre Massera y la organización montonera, como prueba de la “traición” de Massera hacia el resto de la cúpula de la dictadura militar y de un supuesto “acuerdo” entre aquél y esta organización clandestina.
Marcelo Dupont, un publicista de 47 años y sin vinculación política alguna, apareció muerto el 7/10/82 luego de “haberse arrojado” a la calle desde las alturas de un edificio en construcción, en un aparente acto de suicidio. Muy pronto se dudó de tal versión, pues su hermano Gregorio, diplomático y amigo de Holmberg, se encontraba declarando como testigo en el juicio por su asesinato. El cadáver del publicista mostraba marcas de tortura con picana eléctrica y de estrangulación en vida (había sido secuestrado una semana antes) y se atribuyó a Massera su participación ideológica en el hecho, llevado a cabo por marinos del “grupo de tareas” bajo sus órdenes.
Tras el fin de la dictadura fue creada por el Pte. Alfonsín, el 15/12/83, la CoNaDeP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), organismo ad hoc –para un fin único y determinado–  el cual fue específicamente encargado de la instrucción sobre actos de terrorismo de Estado; el 16/1/83 el Alte. (R) Massera se había presentado como candidato a Presidente de la Nación por el Partido para la Democracia Social por él creado, pero el 21 de junio del mismo año fue detenido por el juez federal Oscar M. Salvi por su presunta participación en la desaparición del empresario Fernando Branca; el testimonio de su esposa fue decisivo, por lo cual quedó imposibilitado para participar de la contienda electoral. Más tarde, el 22/4/85, a raíz del informe de la CoNaDep, fue juzgado por violaciones a los derechos humanos, asesinato, tortura y privación ilegal de la libertad, y condenado a prisión perpetua y pérdida del grado militar por los siguientes delitos: 3 homicidios con alevosía; 12 de torturas; 69 privaciones ilegales de libertad; 7 robos; 17 desnudos públicos forzados y 3 vandalismos. Aún así, el 29/12/90 fue indultado, junto con el resto de los integrantes de las juntas militares que presidieron la Argentina desde 1976, por el entonces Pte. Carlos S. Menem y recuperó la libertad hasta 1998, cuando le fue nuevamente dictada su prisión preventiva por causas relativas al secuestro y adulteración de identidad de menores durante su gobierno por la jueza federal María Servini de Cubría quien se basó en que la apropiación forzada e ilegítima de menores, delito considerado imprescriptible según la “Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad” de la ONU (26/11/68, ratif. por la Argentina por ley 24.584, el 1º/11/85), y que adquiriera rango constitucional luego de la reforma de nuestra Carta Magna en 1994. Finalmente, en diciembre de 2002, tras el estallido de un aneurisma cerebrovascular, fue ingresado en el Hospital Naval; las secuelas que le dejara este ACV condujeron a que el 17/3/05 fuese declarado incapaz por demencia y se suspendieran las causas en su contra, aunque en 2009 se le inició un proceso en ausencia por la muerte de tres ciudadanos italianos durante la dictadura y el 31/8/10, la Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó las sentencias de 1985; declaró inconstitucional el indulto recibido por todos los integrantes de las juntas militares juzgados y condenados, además de ordenar el cumplimiento efectivo de dichas condenas. Finalmente, internado en el Hospital Naval de Buenos Aires, Emilio E. Massera murió a los 85 años como consecuencia de un paro cardiorespiratorio el 8/11/10 a las 16.10 hs., aunque este hecho fue comunicado a la prensa casi una hora después. La noticia de su muerte circuló por Twitter antes que en los medios; en pocos minutos generó revuelo, y su apellido, el símbolo más macabro de última dictadura argentina, se convirtió en Trending Topic mundial.

[3] Se ha señalado como antecedentes a organizaciones como la “Alianza Libertadora Nacionalista”, organización pro nazi creada en 1943 y el “Movimiento Nacionalista Tacuara” (organización política de ultraderecha argentina, que actuó entre 1955 y 1965 que utilizaba el terrorismo). El 4/4/64, la Policía Federal informó que de, enero a noviembre de 1963, miembros de la última organización citada  habían protagonizado 42 eventos terroristas. “La Tacuara” estaba vinculada con los sectores más radicalizados del movimiento peronista, e inspirada directamente por la prédica del sacerdote católico Julio Meinvielle y del sociólogo francés Jacques de Mahieu; defendía un ideario de corte fuertemente nacionalista, católico, fascista, anticomunista, antisemita y antidemocrático. Asimismo con la Triple A coexistían la “Alianza Americana Anticomunista” y la “Concentración Nacional Universitaria” (CNU), que luego se fusionaron. Desde que José López Rega fuera nombrado Ministro de Bienestar Social, por el Pte. Héctor J. Cámpora el 25/5/73  se comenzó a rodear de militantes de otras agrupaciones que “quisieran eliminar a la izquierda”, entre ellos, ex tacuaras del Movimiento Nueva Argentina (MNA); miembros de la CNU, del Comando de Organización, y grupos sindicales ortodoxos especializados en adoctrinamiento. Además, también creó la Juventud Peronista República Argentina (JPRA), pues necesitaba de un aparato propio que saliera a “pelearle la calle” y responder, en forma directa, a “La Tendencia”, agrupaciones que respondían en forma orgánica a las organizaciones FAR (Fuerza Argentina Revolucionaria) y Montoneros. La organización fue sostenida con los recursos del Ministerio, y hasta se les permitió el ingreso a la rama juvenil del Consejo Superior Peronista, el organismo institucional que comenzó a combatir a la Juventud Peronista de Regionales, agrupación “de superficie” de Montoneros (sector de la JP de izquierda). Según algunos investigadores, trabajadores del ministerio y militantes de la JPRA comenzaron a simular atentados de Montoneros en su contra, como parte de una estrategia para mostrarse como blancos militares de las agrupaciones de izquierda, lo que les permitía “revalorizarse” ante la opinión pública. En un depósito conocido como “microcine”, en el 2º subsuelo de dicho Ministerio, se almacenaban armas; una provisión importante se produjo a partir de que Manuel de Anchorena fuera designado embajador en el Reino Unido. Por su gestión en ese país, logró que se enviaran 200 subfusiles Sten MKII, que permitían ser desmontados con facilidad y además tenían un silenciador adaptable a otra arma muy utilizada en el Ministerio, el subfusil Sterling. Su pago fue instrumentado a través de la Dirección de Administración del Ministerio. El 19/7/75, luego de la renuncia de López Rega, el Cuerpo de Granaderos descubrió, al desmontar la sede del organismo, un arsenal de armas de guerra –incluyendo subfusiles–, granadas y fusiles de francotirador. El escándalo consecuente lo implicó, así como a la entonces Pte. María Estela Martínez de Perón, en acusaciones de corrupción por malversación de fondos públicos. Antes del inicio del Proceso de Reorganización Nacional, como se autodenominara la última dictadura militar sufrida por nuestro país, la Triple A había sido desmantelada y sus acciones represivas fueron continuadas por los militares. Algunos investigadores, como el periodista Juan J. Salinas sostienen que varios de sus miembros, como el de caso Aníbal Gordon, continuaron trabajando para los militares argentinos, pues venían haciéndolo en la SIDE (Secretaría de Inteligencia del Estado) y otros entrenaron escuadrones de la muerte y bandas paramilitares en Centroamérica y Colombia.

[4] El Partido de San Isidro está considerado dentro de los suburbios que rodean a la Cdad. de Buenos Aires, denominado “Conurbano Bonaerense”; si bien existen zonas de clase media (a la que pertenecían los Puccio) y baja, es notoria la población de clase alta, que poseen grandes y ostentosas casas rodeadas de hermosos jardines.

[5] Rómulo Puccio le envió una carta al periodista en la cual afirmó: “Le inicié un juicio por robo de los objetos que dejaron mis padres al fallecer. Eran (...) de mucho valor, uno de ellos era una estatua original de la escultora Lola Mora y muchas otras cosas de valor monetario como afectivo, todo estos presentes los tengo registrados en un álbum de fotos. Sin esperar que se realizara la sucesión de los bienes de mis padres, en un descuido de mi parte, Arquímedes y sus hijos, con un camión se llevaron todas las pertenencias que había en la calle Cangallo y Larrea, donde vivían mis viejos después de vender la casa, donde también en un descuido mío y de mis otros hermanos se quedó con la plata de la venta de la misma, que la empleó en la compra de la casa de San Isidro, más un dinero que le presté y nunca me devolvió”. Arquímedes, precisamente, no era tonto: la titular de la casona era/es su esposa; Rómulo, "el descuidado", desistió del juicio cuando su hermano y sus secuaces fueron arrestados porque no quería quedar ligado a él en forma alguna; los otros hermanos no le reclamaron nada. En otra parte de la carta Rómulo también manifestó que todos le teníamos miedo.

[6] El CASI, Club Atlético San Isidro. También se practica este deporte en colegios privados y otros clubes más modestos de la Cdad. de Buenos Aires y otras localidades del Conurbano; en estos últimos, los jugadores costean sus viajes con actividades benéficas para disminuir el aporte de sus padres. Es interesante el caso de Hugo Porta, quien jugó para el club del Banco Nación (donde trabajaba su padre). Porta formó parte y fue capitán de la Selección Nacional (“Los Pumas”) durante las décadas de los ʾ70s y ʾ80s y fue uno de los mejores jugadores del mundo en su época y el mejor apertura junto a Naas Botha. Es considerado el mejor jugador argentino de la historia y, desde 2008, es miembro del “Salón de la Fama” de la World Rugby. En una nota periodística, el 19/09/15, a raíz de la súbita publicidad que adquirió este caso policial declaró, entre otras cosas: “(...) yo, en ese entonces, no era nadie. Nosotros fuimos estigmatizados por el mundo del rugby y había muchos jugadores que ni siquiera se quedaban en nuestro tercer tiempo porque se creían más que uno. Eso lo sufrí y comprueba que en el rugby hay de todo. No compro eso de que todos los que jugamos al rugby tenemos valores y somos buenísimos como personas. Eso no existe” (http://442.perfil.com/2015-09-19-387573-porta-alejandro-puccio-fue-miserable-nos-traiciono). Más adelante volveré sobre esta nota tan especial.

[7] Iba a ser un día de fiesta, pero terminó en un baño de sangre, con 13 muertos y 365 heridos. Los enfrentamientos comenzaron  cuando  sectores  de  la  derecha  peronista,  bajo  el mando  del  Gral. (R)  Jorge  M.  Osinde,  atacaron  a  militantes  de  grupos  de  izquierda:  FAR  y Montoneros; según afirma Palacios, Puccio le dijo que ese día colaboró con Osinde.  Laborda  también  estuvo  en  la  parte  organizativa  desde  las  filas  de  “La Tacuara”; Franco, por su parte, estaba  agrupado  con  la  derecha y Díaz asistía, como chofer  y  guardaespaldas,  a  Jorge  Paladino,  hombre  de confianza  de  Perón. A Palacios no le resulta claro si los cuatro se conocieron ese día, pero sí que los unía el hecho de ser peronistas (ver Bibliografía citada al final del artículo).

[8] La “Operación” o “Plan Cóndor” es como se conoce el plan de coordinación de acciones y mutuo apoyo entre las cúpulas de los regímenes dictatoriales del Cono Sur de América –Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia y, esporádicamente, Perú, Colombia, Venezuela, Ecuador–, con participación de los EE.UU., llevada a cabo en las décadas de 1970 y 1980. Esta coordinación implicó, oficialmente, “el seguimiento, vigilancia, detención, interrogatorios con tortura, traslados entre países y desaparición o muerte de personas” consideradas por dichos regímenes como “subversivas del orden instaurado o contrarias al pensamiento político o ideológico, o no compatible con el gobierno de los Estados Unidos y por tanto con las dictaduras militares de la región”. Este Plan se constituyó en una organización clandestina internacional para la práctica del terrorismo de Estado que instrumentó el asesinato y desaparición de decenas de miles de opositores a las mencionadas dictaduras (Martorell, Francisco, Operación Cóndor, el vuelo de la muerte: la coordinación represiva en el Cono Sur, Lom Ed., Bs. As., 1999, p. 247).

No hay comentarios:

Publicar un comentario