INTRODUCCIÓN
A principios de la década de los años ´80,
este evento criminal tan especial sacudió a la Argentina, tanto por los sujetos
involucrados como por el contexto político durante el cual se desarrolló. No
obstante, el año pasado, en los meses de agosto y septiembre, se estrenaron una
película –“El Clan” dirigida por Pablo Trapero– y una miniserie local –“Historia
de un clan” bajo la dirección de Luis Ortega, basada en el libro “El Clan
Puccio” de Rodolfo Palacios– y, una vez más, este infame caso resurgió en los
medios de comunicación de manera súbita y arrolladora.
Ambas poseen entre sí algunas
diferencias notables, así como con lo que realmente sucedió
aunque, desde mi perspectiva, el filme se halla mucho más ajustado a la
realidad. Pablo Trapero también realizó el guión –en coautoría–, pero sobre la base de los testimonios directos de las familias de las víctimas
–quienes autorizaron expresamente a que se dieran sus nombres reales–; del Dr.
Daniel Piotti [1],
y de amigos y allegados de la familia del cabecilla de la banda, Arquímedes
Puccio, que se animaron a hablar abiertamente de ciertos hechos ocurridos en aquel momento.
La miniserie relaciona directamente la denominación de "clan" a la familia lo cual, como se verá, es medianamente parcial y algo sensacionalista. Posee guión, en gran parte, se basa en el libro de Rodolfo Palacios (editado en 2015), el cual a su vez, posee su eje central
en sus propias entrevistas personales –la más extensa, al propio Arquímedes, pero
también a uno de sus hermanos, a dos de los integrantes del macabro “clan” y
algunos familiares de las víctimas–. Como se podrá apreciar en el presente
artículo, y tal como sucede en la mayoría de estos libros basados en intercambios
personales y/o epistolares con los propios criminales, todos y cada uno de
ellos afirman “su” verdad, la cual muchas veces es contradictoria, y se las debe contrastar con documentos veraces y
objetivos, como los expedientes judiciales y/o declaraciones del resto de
los involucrados –víctimas, familiares, magistrados, personal de seguridad, material
fílmico y/o fotográfico –este último bastante escaso y muy teñido de
sensacionalismo en ese entonces–. Esta circunstancia lleva al lector a crear conceptos erróneos y
confusos sobre lo sucedido; en el caso de los criminólogos, encontramos más fácilmente estas argumentaciones confusas y contrapuestas, pues no poseen los hechos (o un panorama de ellos) y/o el
contexto completo de la realidad, para comprender, lo más profundamente
posible, la génesis, desarrollo y culminación de este caso, reitero, tan
especial.
Igualmente ninguna de las dos –quizás
debido a las limitaciones lógicas que tiene una película y/o miniserie– se
corresponde al 100% de lo realmente sucedido, además de poseer omisiones y/o
cambios muy importantes, sobre todo en cuanto al contexto político que rodeó
este caso criminal y en el desarrollo de la vida y personalidad criminal del
líder de esta asociación ilícita lo cual, por mi parte, creo que es determinante
para una investigación criminológica, al menos, global.
CONTEXTO HISTÓRICO-POLÍTICO Y
ANTECEDENTES DE ARQUÍMEDES PUCCIO
El 10/12/83 asumía, por el voto popular,
como Presidente el Dr. Raúl Alfonsín y con ello culminó la dictadura militar
más sangrienta de nuestra historia que comenzara con el golpe de Estado del
24/3/76. Durante estos siete años la persecución ideológica y política conllevó
a los secuestros y “desapariciones” de hombres y mujeres, junto con la
apropiación ilegítima de sus hijos –algunos por nacer y otros de escasos meses
de edad–; de familias enteras, “sencillamente” para desvalijar sus casas y
apropiarse de sus bienes y también al asesinato de algunas personas con
vinculación económica y/o política [2], en forma mezquina y deleznable, en contra de los intereses económicos de algunos de los militares
gobernantes de facto.
Sin embargo,
este terrible accionar, lamentablemente, cedió su paso al horror casi a diario
de los secuestros extorsivos seguidos de muerte, tal como había sucedido años
atrás, pues este terrorismo de Estado de 1976/82 no puede ser separado del
ejercido por la “Alianza Anticomunista Argentina” (AAA, conocida como la “Triple A”) [3],
grupo paramilitar y terrorista de la extrema derecha peronista en la Argentina
que persiguió y asesinó intelectuales, políticos de izquierda,
estudiantes, historiadores y sindicalistas, además de utilizar como método las
amenazas, las ejecuciones sumarias y la desaparición forzada de personas
durante la década de 1970; se la considera responsable de la desaparición y
muerte de casi 700 individuos. Muchos artistas, intelectuales y científicos
debieron salir del país obligatoriamente
y sufrieron el exilio por años, entre ellos el ganador del Premio Nobel de Medicina
en 1984, César Milstein, quien se radicó en Gran Bretaña. Estas acciones
delictivas fueron declaradas como
delitos de lesa humanidad por el juez federal Norberto Oyarbide en 2006.
Pero, si bien mi intención no es
elaborar un artículo sobre historia argentina, considero que es extremadamente importante señalar este contexto
histórico-político que fue decisivo en la formación y desarrollo del accionar
criminal del infame “Clan Puccio”, por lo que recomiendo la lectura de las
notas 2 y 3 para comprender más
ampliamente el origen y formación de quien fuera el líder de esta asociación
ilícita asesina: Arquímedes Rafael Puccio.
Cuadro pintado por Isabel Ordano en 1941 en el cual aparecen cuatro de sus hijos. En el medio, Arquímedes Puccio. |
Arquímedes, entre 1947 y 1964 se
desempeñó como Vicecónsul en el Ministerio de Relaciones Exteriores y
realizaba misiones de correo diplomático entre Buenos Aires y Madrid. El ex presidente Juan
D. Perón (en ese entonces en el exilio en dicha ciudad europea) le había entregado
un reconocimiento escrito por ser el diplomático más joven de la época (19 años).
Sin embargo fue desafectado de sus funciones, acusado de contrabandear –por
valija diplomática– 250 pistolas italianas, aunque nunca se le inició proceso
administrativo ni judicial por ello. Creo que este es un punto de inflexión en la vida de Arquímedes: los contactos políticos, policiales y judiciales de su padre lo "salvaron" por primera vez y este aprendizaje lo aplicaría en toda su vida delictiva.
Por
ese entonces, y aunque
no sabía nada
del tema, fue nombrado Subsecretario de Deportes de la
entonces Municipalidad de la Ciudad Buenos Aires, pero no duró mucho: una vez
más, fue sospechado y acusado de un grave delito: el secuestro de un alto
ejecutivo de la empresa “Bonafide”, Segismundo Pels, por el que se pagó un
rescate de un millón de dólares. La investigación policial no pudo –¿o no quiso?– hallar pruebas en su
contra, por lo que tampoco se le inició proceso judicial alguno, lo cual indicaría su "aprendizaje" referido en el párrafo anterior.
Luego trabajó en una fábrica de
repuestos de autos y en un supermercado, donde fue gerente de Relaciones Públicas,
y, en 1973, comenzó a concurrir a
la “Escuela Superior
de Conducción Política”
que dependía del
Movimiento Nacional Justicialista
y estaba bajo la órbita del Ministerio de Bienestar Social, a cargo de José
López Rega (ver nota 3).
Curiosamente no se le registra y/o
conoce empleo alguno, público o privado, desde esa fecha; lo único que hizo
fue montar una rotisería (venta de comidas elaboradas) “Los Naranjos”, en la esquina de su casa,
situada en pleno centro de la ciudad de San Isidro, Prov. de Buenos Aires [4],
cuya propiedad había adquirido en 1980. Pero, unos años después, lo cerró (“no
me cerraban los números, declaró a Palacios)
y así lo mantuvo por varios años sin siquiera ofrecerlo en alquiler con el fin
de lograr algún tipo de renta. Y aquí surge la primera pregunta ¿Cómo pudo
comprar una gran casa en el pleno corazón de San Isidro? Según su hermano
Rómulo, quien fuera entrevistado por Palacios,
cuando fallecieron sus padres, Arquímedes estafó a todos los hermanos y se
quedó con todo el dinero de la venta del departamento de sus padres y, asimismo, con todo el mobiliario y objetos
de valor que poseían [5].
A pesar de ello los números “no cierran” por varios motivos: 1) el valor de una propiedad con un
local comercial en pleno centro de uno de los suburbios más caros del Conurbano
Bonaerense (suburbios de la Cdad. de Buenos Aires) dista mucho del de un departamento en el barrio de Balvanera, no
sólo en cuanto a valor intrínseco sino también respecto de su mantenimiento
(impuestos, tasas y contribuciones municipales etc.); 2) existe material fotográfico de todas las reformas que le realizó
a la casona –evidentemente la compró para refaccionar–, lo cual también le debe
haber costado una gran suma de dinero; 3)
el nivel de vida que llevaba con su familia de aquí en adelante: vacaciones; colegios
privados y todos los gastos que esto conlleva; los viajes que realizaban sus
hijos varones derivados del rugby, un
deporte amateur muy costoso pues son los
propios jugadores los que pagan sus gastos y en un club muy exclusivo de la zona [6], no tiene justificación alguna. ¿De dónde obtenía tanto dinero para costear todo esto? Resulta, al
menos sospechoso, que al ser desafectado de su cargo como funcionario
municipal, montara un negocio y su familia viviera como si gozara de una situación
económica bastante acomodada, la cual dependía, según los registros, sólo de
los ingresos de la madre como docente y del moderado ingreso proveniente del negocio. Pareciera que ese millón de dólares por el rescate del empresario mencionado fue “muy bien utilizado”. Además ninguno de sus hijos mayores –Alejandro, Silvia y/o Daniel– tuvieron
algún trabajo remunerado en sus vidas; aunque el primero, tiempo después, montara un local, a metros de su casa, para dedicarse a la venta de velas y vestimenta
para windsurf –al que llamó “Hobby
Wind”–, otro deporte carísimo y elitista que es practicado, mayormente, en la
costa norte del Río de la Plata y por una minoría adinerada. Luego retomaré la
historia familiar más detenidamente y ubicaré en el tiempo el montaje de este
costoso negocio de Alejandro.
Luego de su salida “forzosa” de sus funciones
municipales, Arquímedes Puccio siguió frecuentando el Ministerio de Bienestar
Social y su “escuela”, y fue allí donde conoció a quien sería uno de sus futuros
“socios”, Guillermo Luis Fernández Laborda, el cual trabajaba como empleado administrativo
en el Hospital Ramos Mejía de la Ciudad de Buenos Aires. Ambos llegaron a ser
miembros del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea y el 20/6/73, aparentemente,
en el aeropuerto internacional de Ezeiza, conocieron a Roberto Díaz y al Cnel.
del Ejército (R) Rodolfo Victoriano Franco, el día del regreso definitivo
de Perón a la Argentina [7].
Pero los antecedentes político-militares
de Arquímedes Puccio no terminan aquí; también formó parte del Batallón de Inteligencia 601, unidad
especial de inteligencia del Ejército Argentino, la cual fue célebre por tener
una activa participación en la conocida como “guerra sucia” (terrorismo de
Estado en las décadas de los ʾ70 y ʾ80) y en la denominada “Operación Cóndor”[8]).
[1] Ex Juez Federal en San Isidro,
Prov. de Buenos Aires– estuvo a cargo de la investigación del secuestro
seguido de homicidio de la primera víctima de “El Clan” y, aunque la cerró por falta de pruebas, la reabrió cuando se produjeron los arrestos y dos de los detenidos confesaron su autoría.
[2] El 28/4/77, el empresario
Fernando A. Branca, ex miembro del Servicio Penitenciario, mayorista de papel
reciclado y propietario de 3.000 ha sembradas con lino en Rauch, Prov. de
Buenos Aires, desapareció misteriosamente cuando salió a navegar con su socio,
el Almirante y Comandante en Jefe de la Armada (Marina) Emilio E. Massera,
integrante de la primera junta militar que gobernó luego del golpe de Estado de
1976; su cadáver nunca fue encontrado. Massera intercedió ante el
contralmirante contador Andrés Covas, impuesto por él en la presidencia del
Banco Central, para que autorizara una transferencia internacional por U$
1.200.000, para poder comprar los campos de Branca; asimismo el almirante utilizaba
un departamento ubicado en el barrio de Palermo para sus encuentros con
diversas amantes, protegido por su numerosa custodia personal; una de ellas fue
Martha Rodríguez McCormack, esposa de Branca. El empresario tenía vínculos
económicos con Massera, y quienes lo relacionan a éste con su desaparición
plantean tanto la hipótesis de la apropiación de sus bienes –también poseía dos
departamentos en EE.UU.– como por su relación amorosa con la esposa de Branca.
También Massera fue considerado responsable de la muerte de la diplomática
Elena Holmberg y del publicista Marcelo Dupont. La primera, sobrina del Tte.
Gral. Alejandro A. Lanusse –último presidente militar de la dictadura
anterior (1966-1973), “desapareció” en 1978 en Buenos Aires, recién llegada de
París, Francia, en donde trabajaba en la embajada argentina. Fue secuestrada
por el brutal “Grupo de Tareas 3.3.2” de la Escuela de Mecánica de la
Armada; Massera había ordenado su traslado a Buenos Aires y su cadáver apareció
más tarde en las aguas del Río Luján, en la ciudad de Tigre. Holmberg trabajaba
en el Centro Piloto de la Marina Argentina para contrarrestar la “campaña
antiargentina”; en Francia, asimismo, se habían exiliado muchos argentinos y
brindaban testimonio de las atrocidades que se cometían en nuestro país. Ella
afirmaba tener una foto de Massera con el dirigente montonero (sector de la
guerrilla argentina de aquel entonces) Mario Firmenich y quería
entregarla al Tte. Gral. Videla –entonces en ejercicio de la presidencia
de facto y Comandante en Jefe del Ejército– de las relaciones entre
Massera y la organización montonera, como prueba de la “traición” de Massera
hacia el resto de la cúpula de la dictadura militar y de un supuesto “acuerdo”
entre aquél y esta organización clandestina.
Marcelo Dupont, un publicista de 47 años
y sin vinculación política alguna, apareció muerto el 7/10/82 luego de “haberse
arrojado” a la calle desde las alturas de un edificio en construcción, en un
aparente acto de suicidio. Muy pronto se dudó de tal versión, pues su
hermano Gregorio, diplomático y amigo de Holmberg, se encontraba declarando
como testigo en el juicio por su asesinato. El cadáver del
publicista mostraba marcas de tortura con picana eléctrica y de estrangulación
en vida (había sido secuestrado una semana antes) y se atribuyó a Massera su participación
ideológica en el hecho, llevado a cabo por marinos del “grupo de tareas” bajo
sus órdenes.
Tras el fin de la dictadura fue creada por el Pte. Alfonsín, el 15/12/83, la CoNaDeP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), organismo ad hoc –para un fin único y determinado– el cual fue específicamente encargado de la instrucción sobre actos de terrorismo de Estado; el 16/1/83 el Alte. (R) Massera se había presentado como candidato a Presidente de la Nación por el Partido para la Democracia Social por él creado, pero el 21 de junio del mismo año fue detenido por el juez federal Oscar M. Salvi por su presunta participación en la desaparición del empresario Fernando Branca; el testimonio de su esposa fue decisivo, por lo cual quedó imposibilitado para participar de la contienda electoral. Más tarde, el 22/4/85, a raíz del informe de la CoNaDep, fue juzgado por violaciones a los derechos humanos, asesinato, tortura y privación ilegal de la libertad, y condenado a prisión perpetua y pérdida del grado militar por los siguientes delitos: 3 homicidios con alevosía; 12 de torturas; 69 privaciones ilegales de libertad; 7 robos; 17 desnudos públicos forzados y 3 vandalismos. Aún así, el 29/12/90 fue indultado, junto con el resto de los integrantes de las juntas militares que presidieron la Argentina desde 1976, por el entonces Pte. Carlos S. Menem y recuperó la libertad hasta 1998, cuando le fue nuevamente dictada su prisión preventiva por causas relativas al secuestro y adulteración de identidad de menores durante su gobierno por la jueza federal María Servini de Cubría quien se basó en que la apropiación forzada e ilegítima de menores, delito considerado imprescriptible según la “Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad” de la ONU (26/11/68, ratif. por la Argentina por ley 24.584, el 1º/11/85), y que adquiriera rango constitucional luego de la reforma de nuestra Carta Magna en 1994. Finalmente, en diciembre de 2002, tras el estallido de un aneurisma cerebrovascular, fue ingresado en el Hospital Naval; las secuelas que le dejara este ACV condujeron a que el 17/3/05 fuese declarado incapaz por demencia y se suspendieran las causas en su contra, aunque en 2009 se le inició un proceso en ausencia por la muerte de tres ciudadanos italianos durante la dictadura y el 31/8/10, la Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó las sentencias de 1985; declaró inconstitucional el indulto recibido por todos los integrantes de las juntas militares juzgados y condenados, además de ordenar el cumplimiento efectivo de dichas condenas. Finalmente, internado en el Hospital Naval de Buenos Aires, Emilio E. Massera murió a los 85 años como consecuencia de un paro cardiorespiratorio el 8/11/10 a las 16.10 hs., aunque este hecho fue comunicado a la prensa casi una hora después. La noticia de su muerte circuló por Twitter antes que en los medios; en pocos minutos generó revuelo, y su apellido, el símbolo más macabro de última dictadura argentina, se convirtió en Trending Topic mundial.
Tras el fin de la dictadura fue creada por el Pte. Alfonsín, el 15/12/83, la CoNaDeP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), organismo ad hoc –para un fin único y determinado– el cual fue específicamente encargado de la instrucción sobre actos de terrorismo de Estado; el 16/1/83 el Alte. (R) Massera se había presentado como candidato a Presidente de la Nación por el Partido para la Democracia Social por él creado, pero el 21 de junio del mismo año fue detenido por el juez federal Oscar M. Salvi por su presunta participación en la desaparición del empresario Fernando Branca; el testimonio de su esposa fue decisivo, por lo cual quedó imposibilitado para participar de la contienda electoral. Más tarde, el 22/4/85, a raíz del informe de la CoNaDep, fue juzgado por violaciones a los derechos humanos, asesinato, tortura y privación ilegal de la libertad, y condenado a prisión perpetua y pérdida del grado militar por los siguientes delitos: 3 homicidios con alevosía; 12 de torturas; 69 privaciones ilegales de libertad; 7 robos; 17 desnudos públicos forzados y 3 vandalismos. Aún así, el 29/12/90 fue indultado, junto con el resto de los integrantes de las juntas militares que presidieron la Argentina desde 1976, por el entonces Pte. Carlos S. Menem y recuperó la libertad hasta 1998, cuando le fue nuevamente dictada su prisión preventiva por causas relativas al secuestro y adulteración de identidad de menores durante su gobierno por la jueza federal María Servini de Cubría quien se basó en que la apropiación forzada e ilegítima de menores, delito considerado imprescriptible según la “Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad” de la ONU (26/11/68, ratif. por la Argentina por ley 24.584, el 1º/11/85), y que adquiriera rango constitucional luego de la reforma de nuestra Carta Magna en 1994. Finalmente, en diciembre de 2002, tras el estallido de un aneurisma cerebrovascular, fue ingresado en el Hospital Naval; las secuelas que le dejara este ACV condujeron a que el 17/3/05 fuese declarado incapaz por demencia y se suspendieran las causas en su contra, aunque en 2009 se le inició un proceso en ausencia por la muerte de tres ciudadanos italianos durante la dictadura y el 31/8/10, la Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó las sentencias de 1985; declaró inconstitucional el indulto recibido por todos los integrantes de las juntas militares juzgados y condenados, además de ordenar el cumplimiento efectivo de dichas condenas. Finalmente, internado en el Hospital Naval de Buenos Aires, Emilio E. Massera murió a los 85 años como consecuencia de un paro cardiorespiratorio el 8/11/10 a las 16.10 hs., aunque este hecho fue comunicado a la prensa casi una hora después. La noticia de su muerte circuló por Twitter antes que en los medios; en pocos minutos generó revuelo, y su apellido, el símbolo más macabro de última dictadura argentina, se convirtió en Trending Topic mundial.
[3] Se ha señalado como antecedentes
a organizaciones como la “Alianza Libertadora Nacionalista”, organización pro
nazi creada en 1943 y el “Movimiento Nacionalista Tacuara” (organización
política de ultraderecha argentina, que actuó entre 1955 y 1965 que utilizaba el
terrorismo). El 4/4/64, la Policía Federal informó que de, enero a noviembre de
1963, miembros de la última organización citada
habían protagonizado 42 eventos terroristas. “La Tacuara” estaba
vinculada con los sectores más radicalizados del movimiento peronista, e
inspirada directamente por la prédica del sacerdote católico Julio Meinvielle y
del sociólogo francés Jacques de Mahieu; defendía un ideario de corte
fuertemente nacionalista, católico, fascista, anticomunista, antisemita y
antidemocrático. Asimismo
con la Triple A coexistían la “Alianza Americana Anticomunista” y la “Concentración
Nacional Universitaria” (CNU), que luego se fusionaron. Desde que José López
Rega fuera nombrado Ministro de Bienestar Social, por el Pte. Héctor J. Cámpora
el 25/5/73 se comenzó a rodear de
militantes de otras agrupaciones que “quisieran eliminar a la izquierda”, entre
ellos, ex tacuaras del Movimiento Nueva Argentina (MNA); miembros de la CNU,
del Comando de Organización, y grupos sindicales ortodoxos especializados en adoctrinamiento.
Además, también creó la Juventud Peronista República Argentina (JPRA), pues necesitaba
de un aparato propio que saliera a “pelearle la calle” y responder, en forma
directa, a “La Tendencia”, agrupaciones que respondían en forma orgánica a las
organizaciones FAR (Fuerza Argentina Revolucionaria) y Montoneros. La
organización fue sostenida con los recursos del Ministerio, y hasta se les
permitió el ingreso a la rama juvenil del Consejo Superior Peronista, el
organismo institucional que comenzó a combatir a la Juventud
Peronista de Regionales, agrupación “de superficie” de Montoneros (sector de la
JP de izquierda). Según algunos investigadores, trabajadores
del ministerio y militantes de la JPRA comenzaron a simular atentados de
Montoneros en su contra, como parte de una estrategia para mostrarse como
blancos militares de las agrupaciones de izquierda, lo que les permitía “revalorizarse” ante la opinión pública.
En un depósito conocido como “microcine”, en el 2º subsuelo de dicho
Ministerio, se almacenaban armas; una provisión importante se produjo a partir de
que Manuel de Anchorena fuera designado embajador en el Reino Unido. Por su
gestión en ese país, logró que se enviaran 200 subfusiles Sten MKII, que permitían ser desmontados con facilidad y además tenían un silenciador adaptable a otra arma muy utilizada en el Ministerio,
el subfusil Sterling. Su pago fue instrumentado
a través de la Dirección de Administración del Ministerio. El 19/7/75, luego de
la renuncia de López Rega, el Cuerpo de Granaderos descubrió, al desmontar la
sede del organismo, un arsenal de armas de guerra –incluyendo subfusiles–,
granadas y fusiles de francotirador. El escándalo consecuente lo implicó, así
como a la entonces Pte. María Estela Martínez de Perón, en acusaciones de
corrupción por malversación de fondos públicos. Antes del inicio del Proceso de Reorganización Nacional, como
se autodenominara la última dictadura militar sufrida por nuestro país, la Triple
A había sido desmantelada y sus acciones represivas fueron continuadas por los militares. Algunos
investigadores, como el periodista Juan J. Salinas sostienen que varios de sus
miembros, como el de caso Aníbal Gordon, continuaron trabajando para los
militares argentinos, pues venían haciéndolo en la SIDE (Secretaría de Inteligencia del
Estado) y otros entrenaron escuadrones de la muerte y bandas paramilitares en
Centroamérica y Colombia.
[4] El Partido de San Isidro está
considerado dentro de los suburbios que rodean a la Cdad. de Buenos Aires, denominado
“Conurbano Bonaerense”; si bien existen zonas de clase media (a la que
pertenecían los Puccio) y baja, es notoria la población de clase alta, que
poseen grandes y ostentosas casas rodeadas de hermosos jardines.
[5] Rómulo Puccio le envió una carta
al periodista en la cual afirmó: “Le
inicié un juicio por robo de los objetos que dejaron mis padres al fallecer.
Eran (...) de mucho valor, uno de
ellos era una estatua original de la escultora Lola Mora y muchas otras cosas
de valor monetario como afectivo, todo estos presentes los tengo registrados en
un álbum de fotos. Sin
esperar que se realizara la sucesión de los bienes de mis padres, en un
descuido de mi parte, Arquímedes y
sus hijos, con un camión se llevaron todas las pertenencias que había en la calle
Cangallo y Larrea, donde vivían mis
viejos después de vender la casa, donde también en un descuido mío y de mis otros hermanos se quedó con la
plata de la venta de la misma, que la empleó en la compra de la casa de San Isidro, más un dinero que le presté y nunca me
devolvió”. Arquímedes, precisamente, no era tonto: la titular de la casona
era/es su esposa;
Rómulo, "el descuidado", desistió del
juicio cuando su hermano y sus secuaces fueron arrestados porque no quería quedar
ligado a él en forma alguna; los otros hermanos no le reclamaron nada. En otra parte de la carta Rómulo también manifestó que “todos le teníamos miedo”.
[6] El CASI, Club Atlético San Isidro. También se practica este deporte en
colegios privados y otros clubes más modestos de la Cdad. de Buenos Aires y
otras localidades del Conurbano; en estos últimos, los jugadores costean sus viajes con
actividades benéficas para disminuir el aporte de sus padres. Es interesante el
caso de Hugo Porta, quien jugó para el club del Banco Nación (donde trabajaba su padre). Porta formó parte y fue capitán de la Selección
Nacional (“Los Pumas”) durante las décadas de los ʾ70s y ʾ80s y fue uno de los
mejores jugadores del mundo en su época y el mejor apertura junto a Naas Botha.
Es considerado el mejor jugador argentino de la historia y, desde 2008, es
miembro del “Salón de la Fama” de la World
Rugby. En una nota periodística, el 19/09/15, a raíz de la súbita
publicidad que adquirió este caso policial declaró, entre otras cosas: “(...)
yo, en ese entonces, no era nadie. Nosotros fuimos estigmatizados por
el mundo del rugby y había
muchos jugadores que ni siquiera se quedaban en nuestro tercer tiempo
porque se creían más que uno. Eso lo sufrí y comprueba que en el rugby hay de todo. No compro eso de
que todos los que jugamos al rugby tenemos valores y somos buenísimos
como personas. Eso no existe” (http://442.perfil.com/2015-09-19-387573-porta-alejandro-puccio-fue-miserable-nos-traiciono).
Más adelante volveré sobre esta nota tan especial.
[7] Iba a ser un día de fiesta, pero
terminó en un baño de sangre, con 13 muertos y 365 heridos. Los enfrentamientos
comenzaron cuando sectores
de la derecha
peronista, bajo el mando
del Gral. (R) Jorge
M. Osinde, atacaron
a militantes de
grupos de izquierda: FAR y Montoneros; según afirma Palacios, Puccio le dijo que ese día
colaboró con Osinde. Laborda también
estuvo en la
parte organizativa desde
las filas de “La
Tacuara”; Franco, por su parte, estaba
agrupado con la
derecha y Díaz asistía, como chofer
y guardaespaldas, a
Jorge Paladino, hombre
de confianza de Perón. A Palacios no le resulta claro si
los cuatro se conocieron ese día, pero sí que los unía el hecho de ser
peronistas (ver Bibliografía citada
al final del artículo).
[8] La “Operación” o “Plan Cóndor”
es como se conoce el plan de coordinación de acciones y mutuo
apoyo entre las cúpulas de los regímenes dictatoriales del Cono Sur de América –Chile,
Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia y, esporádicamente, Perú,
Colombia, Venezuela, Ecuador–, con participación de los EE.UU., llevada a cabo
en las décadas de 1970 y 1980. Esta coordinación implicó, oficialmente, “el
seguimiento, vigilancia, detención, interrogatorios con tortura, traslados
entre países y desaparición o muerte de personas” consideradas por dichos
regímenes como “subversivas del orden instaurado o contrarias al pensamiento
político o ideológico, o no compatible con el gobierno de los Estados Unidos y
por tanto con las dictaduras militares de la región”. Este Plan se constituyó
en una organización clandestina internacional para la práctica del terrorismo
de Estado que instrumentó el asesinato y desaparición de decenas de miles de
opositores a las mencionadas dictaduras (Martorell,
Francisco, Operación Cóndor, el vuelo de
la muerte: la coordinación represiva en el Cono Sur, Lom Ed., Bs. As.,
1999, p. 247).
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