¿Se puede resolver un asesinato sin ADN ni huellas y con una víctima “en partes” regadas por la ciudad? 2ª Parte© por Dra. Susana P. García Roversi

III. La “pieza” del rompecabezas que faltaba
 

  Pero habría novedades; el 16 de mayo, dos menores hallaron en la calle San Juan y Paseo Colón, cercano a la Dársena Sur del puerto de Buenos Aires, otro envoltorio que contenía una cabeza humana en avanzado estado de descomposición.


  Los menores fueron interrogados por el comisario titular de la sección 29°, quienes dieron la misma
versión de los hechos en cuanto al hallazgo: uno de ellos pisó una piedra, se resbaló y cayó al suelo; fue allí cuando vieron el envoltorio hecho con una bolsa de tela y enganchado a uno de los puentes con un alambre muy largo, que la bolsa estaba rota y le pareció ver un ojo. Ambos salieron corriendo para avisar a la policía, pues sabían (¿y quién no?) del hallazgo del “cuerpo sin cabeza” en la calle Montevideo.



Hallazgo de la cabeza del "desconocido"
En efecto, se trataba de la última pieza para armar el macabro rompecabezas iniciado el sábado 22 de abril de 1894. A raíz del estado de descomposición en que se encontraba –se pudo averiguar que un vagabundo la había sacado del agua y la había colgado en el lugar donde la hallaron los jovencitos–la policía ordenó que se sacara de ella una mascarilla de yeso y un retrato al óleo, tareas que fueron cumplidas por el escultor Correa Morales y el pintor Euseri, respectivamente. No sólo era un indicio muy valioso, sino que se puede contar como un principio de lo luego serían las Artes Forenses. Se pudo observar que a la víctima le faltaban sus dientes incisivos centrales y que probablemente utilizara postizos, los cuales tampoco fueron encontrados. La primera medida tomada por la investigación, luego de este último hallazgo, fue citar a todos los barberos de Buenos Aires, quienes presentaron en las diferentes comisarías, para enseñarles la mascarilla y el retrato; otra vez, ningún resultado. Luego se llevaron a cabo interrogatorios a todas las mujeres dedicadas a la prostitución, que poseían ficha policial. Otra vez, ¡nada!
  
  Las autoridades policiales no tenían, a esta altura, esperanza alguna de poder identificar a la víctima. Pero fue el juez Gallegos quien ordenó que se realizara en el Departamento de Policía una exposición de todos los objetos encontrados con el cuerpo descuartizado así como de la mascarilla, el retrato y
Mascarilla que permitió realizar el
busto del "desconocido"
las fotografías de los restos. A esta muestra, única en su tipo que se haya realizado en Buenos Aires, concurrió gran cantidad de gente, a raíz de los carteles colocados en toda la ciudad en los cuales el juez solicitaba la colaboración del público. Y esta inusitada idea del magistrado rendiría sus frutos: dos personas, Benito Chalousonaisse y la esposa del Sr. Próspero Courtade quienes durante la recorrida lanzaron una exclamación en francés que llamó la atención del personal policial estratégicamente ubicado y vestido de civil, para confundirse con el público. De inmediato fueron llevados ante el juez Gallegos y fueron interrogados; luego de una hora terminaron por confesar que, en efecto, conocían a la víctima y que se trataba de su amigo François Farbos, oriundo de Burdeos, cartero de profesión en su país natal, y que según tenían noticias había llegado el 20 de abril de ese año al puerto de Buenos Aires a bordo del vapor de bandera francesa “Orenoque”. Revelaron que no era la primera, sino la tercera vez que venía a Buenos Aires y que lo esperaba en el puerto su amigo Raúl Tremblié. Este hecho fue corroborado por un camarero del “Orenoque”, Pedro Cando, que era amigo de ambos y con quienes solía reunirse en casa de otros franceses, Benito Chalousonaisse y Próspero Courtade, carpinteros, que tenían su taller en la calle Constitución
Retrato al óleo y busto final exhibidos
484, sitio en el cual Farbos se alojaba en su paso por Buenos Aires. Luego del arribo del vapor Cando llegó a la carpintería de sus compatriotas, como era habitual, y preguntó por sus amigos Farbos y Tremblié; los carpinteros le dijeron que no tenían noticias de ninguno de los dos, lo cual extrañó a todos. El 16 de mayo, cuando el buque regresó a Francia y se regó por toda la ciudad la noticia del “hallazgo de la cabeza del hombre descuartizado” se hizo evidente para Chalousonaisse y Courtade, la extraña conducta tanto de Farbos como de Tremblié que no aparecieron esa vez. Y, posiblemente, este hecho fue el que motivó a Benito Chalousonaisse y a la esposa de Courtade, a visitar la exposición policial-judicial.
  
  Daba comienzo, de esta manera, el esclarecimiento de un homicidio premeditado y brutal de la historia criminal argentina, pero también el inicio de un largo e intrincado proceso que llevaría a la justicia argentina a sustanciar la causa en Francia y lograr la condena del criminal.

IV. La condena del criminal por la justicia argentina


  La instrucción y reconstrucción de los hechos efectuada por la policía y por el Dr. Gallegos debe ser considerada como una de las más brillantes que se haya realizado en la Argentina: 1) se pudo
François Farbos
identificar a la víctima, y 2) pudo comprobarse que su asesino fue Raúl Tremblié, socio y amigo de Farbos. En cuanto a la reconstrucción de los hechos, el 20/4/1894, Tremblié fue a buscar a su amigo Farbos como de costumbre; luego lo llegó a un cuarto (en ese entonces en Buenos Aires había casas grandes en las que se alquilaban cuartos a inmigrantes) en la calle Cangallo (hoy, Pte. Perón) 1583, que había rentado 10 días antes bajo un nombre falso: “Pedro Tavanne” y se había mudado luego de irse del lugar que también lo alojaba en la carpintería de sus amigos Courtade y Chalousonaisse. Aun así, continuó yendo al taller para estar con sus amigos, y uno de ellos declaró que lo vio afilar un machete, que luego mostraba orgulloso, a todos, el filo que había logrado. Asimismo había encargado a un obrero mecánico que le hiciera un puñal de dos filos. También se logró averiguar que en un almacén de Cangallo y Montevideo, fue reconocido por su dueño cuando le compró, el 19 de abril, cinco kilos de sal gruesa; asimismo el dueño de un corralón ubicado en Lorea 1407, lo identificó como la persona que le compró una bolsa de aserrín la noche del 12 de abril.

  En el allanamiento que se realizó en el cuarto de la calle Cangallo se hallaron numerosas manchas de sangre en todo el lugar a pesar de que habían sido lavadas, pero se notaban igual y un peritaje determinó que se trataba de sangre humana que pertenecía al mismo grupo y factor que el de la
Raul Tremblié
víctima; además fueron detectados vestigios de sal y de aserrín de madera blanca, similar al usado por el asesino. Se habían acabado las dudas: “Pedro Tavanne” era Raúl Tremblié, quien había asesinado y descuartizado a Francisco Farbos en el cuarto alquilado de la calle Cangallo; se emitió su orden de detención inmediata para establecer algo que aún no se había podido averiguar: el motivo.
Desde un principio, la policía sospechó que Tremblié había huido del país y se investigaron todos los medios de transporte al exterior y se halló que “Jean Tremblié”· se había embarcado con rumbo al puerto francés de Dunkerque. El juez Gallegos dictó sentencia contra Tremblié y ordenó su detención a las autoridades francesas, junto con un  pedido de extradición. Todos los trámites fueron realizados mediante cables telegráicos mientras aún el barco navegaba hacia Francia; el asesino pudo ser detenido al llegar.

  La conmoción en Francia y Argentina fue enorme; los medios de prensa estallaban: “Tremblié no sabe por qué lo detienen”. Pero lo más importante fue que la policía francesa confiscó el equipaje del asesino y allí encontraron una gran sorpresa: catorce baúles con depósitos secretos en sus costados que contenían monedas argentinas de uno y dos centavos; un total de $ 1.000. Pero el tema no era el valor dinerario en sí, sino el material con qué estaban fabricadas las monedas (cobre) el cual triplicaba su valor al ser comercializadas como metal en Francia, o sea contrabandeaban metal ¿Cuál fue el detonante que puso fin a la sociedad entre Farbos y Tremblié? Supuestamente, Farbos le entregaba menos dinero que el que le hubiera correspondido; su socio, que no viajaba, desconfiaba y de alguna manera se enteró. Uno de los motivos más antiguos: la codicia. Sin entrar en grandes cálculos, estamos hablando de 100.000 monedas, dependiendo cuántas de uno y de dos centavos, que, especulemos, pesen 1 gramo cada una, hubieran sido 100 kilos de cobre casi puro. Ni se me ocurre pensar el valor actual de aquellos $1.000 pero supongo que era una fortuna. En cuanto a la persona de Tremblié decía no entender el porqué de su detención hasta que se le informó que estaba formalmente acusado del homicidio y descuartizamiento de Francisco Farbos en Buenos Aires.

V. Grandes obstáculos que sufrió la justicia argentina... pero no se rindió


  Las autoridades francesas negaron la extradición por lo cual iba a ser juzgado en su país natal; el juez Gallegos no se amilanó y viajó a Francia con todo el sumario y las evidencias. Asimismo todos los testigos tuvieron que viajar también con todos los gastos pagos por el Estado argentino

  Permanecieron varios meses hasta que un jurado francés declaró la culpabilidad de Tremblié y lo condenó a muerte. Pero los abogados de la defensa consiguieron que la sentencia fuera anulada por la Suprema Corte francesa, la cual ordenó un nuevo juicio, el cual se realizó el 30/4/1896. En un hecho sin precedente, nuevamente, tanto el juez como los funcionarios y los testigos tuvieron que trasladarse a Francia.

  Mientras tanto, tanto en los interrogatorios policiales como en sus declaraciones durante su período en prisión, Tremblié persistía en negar su culpabilidad. Aunque reconoció que con Farbos al contrabando de monedas argentinas, se mantenía firme en su postura de que nunca había tenido problema alguno con su socio, al que “había perdido de vista” en Buenos Aires cuando  –según su versión– Farbos se había ido al interior del país en compañía de una viuda que viajó con él desde Europa. El presidente del Tribunal Francés lo puso en serios apuros cuando le preguntó acerca de unos dientes postizos que se hallaron entre sus cosas. Tremblié, sin inmutarse, dijo que eran de él y el magistrado le solicitó que se los colocara. En vano intentó colocarse los dientes incisivos en los molares que a él le faltaban; allí se mostró, por primera vez, muy consternado.

  Una vez más fue condenado a muerte en la guillotina, la sentencia máxima en Francia; finalmente fue un triunfo para la justicia argentina pues ambos procesos se basaron en la investigación policial y el sumario de instrucción realizado por el juez Gallegos. Hasta el público francés pedía a los gritos, fuera del tribunal, la muerte de Tremblié. Pero el Tribunal decidió conmutarla por prisión perpetua sobre la base de que el crimen no se había cometido en Francia. Raúl Tremblié, “El descuartizador de calle Cangallo”, luego de dos intentos de suicidio, murió en la penintenciaría de Saint-Omer, sin haber confesado su delito. Se desconoce la fecha certera de su muerte.

VI. Conclusión


  Cuando afirmé que la Policía Federal Argentina, a fines del siglo 19, era considerada entre las cinco mejores del mundo, este caso (y muchos otros) es una de las tantas pruebas de ellos: fue resuelto en dos años  –teniendo en cuenta la absoluta falta de evidencia– y para que el lector se sitúe en el tiempo ocurrió más de cinco años antes que el infame caso de “Jack El Destripador” en Inglaterra el cual, por la causa que fuera, sigue sin resolver y sigue siendo una “mancha” para el Scotland Yard.

  La resolución del cruel homicidio del cartero Farbos es un ejemplo de investigación criminal y otro de compromiso profesional -además de moral- del juez Gallegos –y sus colaboradores–, quien con su mano firme y decidida, además de dotado de una intuición y perseverancia extremas, fue quien llevó a cabo y elaboró el sumario de instrucción que sirvió, en su totalidad, a la justicia francesa para condenar a su asesino Raúl Tremblié, a sólo cuatro años del macabro primer hallazgo y con dos juicios en Francia, con todos los obstáculos que esto acarreó (traslado de autoridades, testigo, evidencia, traductores).

Este caso, por mi parte, lo considero emblemático: “Si se quiere, se puede”.

BIBLIOGRAFÍA


Abdala, Lorenzo, El caso de Francisco Farbos, Bs. As., 1894; Cúneo, C. y González, Abel, La delincuencia, Colección “La Historia Popular”, Centro Editor de América Latina, Bs. As., 1971, Nº 54, ps. 19 y ss.; Galeano, Diego, Escritores, detectives y archivistas: la cultura policial en Buenos Aires, 1821-1910, Teseo, Bs. As., 2009, ps. 129 a 136;  González, Gustavo G., 55 años entre policías y delincuentes, Colección “Crónicas El Hampa Porteña”, Prensa Austral, Bs. As., 1971.

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