En 1962, Huberty concurrió al
colegio local de la comunidad jesuita, donde se graduó en Sociología; luego
recibiría una licencia para realizar embalsamamientos en el Instituto de
Ciencias Mortuorias de Pittsburg, Pennsylvania. Durante este último período,
conoció a quien sería su esposa, Etna, con la que se casó en julio de 1965 y
tuvieron dos niñas: Zelia y Cassandra. La familia se asentó en Massillon, Ohio,
donde James trabajaba en una empresa funeraria. En 1971, volvieron a Canton, a
raíz del incendio de su casa, y Huberty consiguió un empleo como oficial
soldador.
Fue precisamente en Canton, donde
él y su esposa comenzaron a tener un comportamiento violento, tanto entre ellos
como hacia otras personas. Fue posible recabar información acerca de varios
incidentes acaecidos en ese entonces: durante la fiesta de cumpleaños de la
hija de un vecino, Etna instruyó a su hija Zelia para que golpeara a una
compañera de clases, y más aún, en la discusión con la madre de la niña atacada,
Etna la amenazó con una pistola calibre .9 mm. En otro momento, James disparó a
su propio perro en la cabeza, ante la queja de un vecino de que el animal había
dañado su auto. Era un apasionado por las armas y poseía, en su casa, un
verdadero arsenal.
En relación directa con lo
expuesto, la violencia doméstica era frecuente en el hogar de los Huberty. Etna
había denunciado a James ante el Departamento de Servicios a Niños y Familias
de Canton por haberle dislocado la mandíbula. Los vecinos declararon, por su
parte, que Etna era alcohólica y, en ese estado, se ponía muy agresiva, y había
llegado, incluso, a atacar físicamente a su esposo; un nuevo caso de “el uno
para el otro”.
Asimismo, y como resultado de un
accidente en motocicleta, Huberty sufría de una contracción incontrolable que
afectaba su brazo derecho, lo que le hizo imposible seguir en su trabajo como
oficial soldador. En enero de 1984, la familia Huberty se estableció en
Tijuana, México, pero sólo por un breve lapso, pues James no hablaba español y
se le hizo muy difícil su estadía en esta ciudad. Se barajaron algunas
hipótesis sobre este hecho, que apuntaban al desarrollo de su ira hacia los
mexicanos, “porque no entendía su idioma”.
Dejaron dicha ciudad mexicana, para asentarse en la comunidad de San Ysidro,
situada en la ciudad de San Diego (la cual es fronteriza con México y opuesta a
Tijuana), en California. James halló trabajo como guardia de seguridad, pero sólo
duró unos pocos meses y fue despedido dos semanas antes de que perpetrara la
masacre. Como dato adicional: su departamento estaba a sólo tres cuadras del McDonald’s atacado.
Un día antes de aquel fatídico 18
de julio de 1984, Huberty había llamado por teléfono al centro de salud mental
zonal, según algunas fuentes, a pedido de su esposa. La persona que recibió el
llamado cometió un error al escribir el apellido, asentándolo como “Shouberty”,
y además, como él no dijo que se trataba de una emergencia inmediata, le contestaron
que podían darle turno para la semana próxima; Huberty colgó el auricular.
En la mañana de aquel día, él y
su familia habían concurrido al famoso Zoológico de San Diego y almorzaron en
el local de McDonald’s, situado en el
vecindario de Clairemont, al norte de la ciudad. Al final de la comida,
volvieron a su residencia; pero, luego de un breve lapso, Huberty decidió
salir; cuando su esposa le preguntó hacia dónde iba, él
le respondió que iba a “cazar humanos”;
asimismo, más temprano en la mañana, le había comentado a Etna: “la sociedad tuvo su oportunidad”. Al ser
interrogada por la policía, luego del evento, ella no pudo dar explicación
alguna acerca de por qué no había reportado este comportamiento bizarro en su
esposo, y negó haberlo visto salir armado. Si tenemos en cuenta el clima
“especial” que se vivía dentro del matrimonio Huberty, no resulta extraño que
Etna haya pasado por alto estos comentarios.
Luego de dejar a su familia,
Huberty fue hacia el bulevar San Ysidro, y fue visto por un testigo, el cual al
notar que portaba dos armas de fuego, lo reportó de inmediato a la policía.
Pero, nuevamente, un error, trastocaría las cosas; el oficial que recibió la
llamada, dio el aviso enseguida, pero… con una dirección incorrecta.
Inicialmente, a las 3.15 pm, las fuerzas del orden y las dotaciones de
emergencias respondieron al restaurante de la misma firma, pero, a causa del
error del oficial recepcionista, concurrieron al que se encuentra situado en la
frontera internacional de EE.UU. con México (Tijuana), y 15 minutos después,
cambiaron la dirección, después de saber que el tiroteo se estaba llevando a
cabo en el McDonald’s cercano a la
oficina postal, a unas dos millas (3.2 km) de distancia.
Los tiroteos comenzaron a las 3.40
pm., y tuvieron una duración de 77 minutos. Huberty utilizó un fusil Uzi calibre .9 mm., como arma principal,
un rifle Winchester y una pistola Browning HP, también .9 mm.; asesinó a
21 personas e hirió a otras 19.
Las víctimas eran mexicanos o
méxico-americanos, con un rango de edad desde los ocho hasta los 74 años.
Huberty había disparado 257 balas, antes de que un francotirador del equipo SWAT lo abatiera, desde la azotea de un
local lindero al restaurante.
Aunque Huberty gritaba, durante
la masacre: “He matado a miles y mataré a
miles más”; otros testigos declararon que lo que gritaba era que había
matado a “miles en la guerra de Vietnam”,
pero él no había servido en fuerza militar alguna y, mucho menos, había
combatido en Vietnam. Dijeron que se mostraba totalmente desquiciado; caminaba
entre los cuerpos caídos, diciendo: “Vengan,
compren sus hamburguesas que ya tienen ketchup”. Un testigo declaró que el
atacante, previamente, había estado mirando hacia un supermercado y luego,
hacia la oficina postal. Se especuló, luego, que el restaurante le resultó un
“mejor” objetivo, teniendo en cuenta su aversión a los mexicanos, puesto que
allí encontraba mayor cantidad de público de estas características.
Dado el número de víctimas
fatales, las empresas funerarias tuvieron que usar el Centro Cívico de San
Ysidro para poder llevar a cabo sus servicios, en tanto la parroquia local tuvo
que “dar turnos” para poder brindar el último adiós a las víctimas.
Randall Bell, el economista y consultor, que investigara la “Masacre
de McDonald’s”, al ser consultado por
un evento similar, dice en su libro Strategy
360: “McDonald’s donó el terreno
a la ciudad y una noche, a las 22.00 hs., destruyó el edificio. A la mañana
siguiente, sólo había polvo y dos palmeras. Luego McDonald’s adquirió otro terreno en la ciudad y construyó otro
restaurante que aún perdura hasta estos días”.
En el terreno donado a
la ciudad, se estableció un Centro Educacional, el cual forma parte de la
Comunidad Educativa del Sudoeste; este lugar fue construido en 1988 como una
expansión de sus campos deportivos. En su frente, se erigió un monumento en
memoria de las víctimas, que consiste en 21 pilares de granito hexagonales, con
una altura que va de uno a seis pies (de 1,83 a 2,33 m, aprox.), diseñado por
Roberto Valdés. Cada aniversario, el monumento es decorado con flores y,
durante la festividad mexicana del “Día de los Muertos”, velas y ofrendas son
traídas a nombre de las víctimas.
En 1986, Etna Huberty
demandó a McDonald’s y a Babcock & Wilcox, antiguo empleador
de James, en una Corte estatal de Ohio por U$S 5 millones, argumentando que la
masacre fue disparada por la combinación de la comida de dicha cadena de
restaurantes y el trabajo de soldador de su esposo, el cual lo exponía a
metales venenosos. Ella alegaba que el glutamato monosódico en la comida,
combinado con los grandes niveles de plomo y cadmio absorbidos por el cuerpo de
Huberty, le inducía a depresiones, delirios y a una incontrolable rabia. La
demanda fue desestimada, pues la autopsia del cuerpo del atacante, si bien
reveló altos niveles de estos metales, estos fueron inhalados durante los 14
años en que fue oficial soldador. La autopsia también reveló que no había
rastros ni de drogas ni de alcohol en el momento de los asesinatos; pero nada
se dijo acerca del probable efecto acumulativo de dichos metales perniciosos y
si existía alguna relación con el glutamato monosódico.
Con posterioridad, en
1994, algunos medios periodísticos afirmaron que este evento fue la base de una
de las escenas de la película Un día de
furia, dirigida por Joel Schumacher y protagonizada por el actor Michael
Douglas. En mi opinión, afirmo que no es así, por la sencilla razón de que el
personaje de la película enfurece cuando, al ingresar a una hamburguesería,
solicita un desayuno y le dicen que “había pasado la hora del desayuno y sólo
servían almuerzos” (unos pocos minutos) y, si bien estaba armado, sólo se le
escaparon unos disparos hacia el techo, sin llegar a dañar a persona alguna.
Entonces, el único punto coincidente es el lugar en donde se llevaron a cabo
ambos hechos (el real y el cinematográfico): una hamburguesería. Otra acotación
que puede hacerse es que, si bien no se utilizan apodos para los asesinos en
masa[2]
–los que sí usa y “crea” la prensa para algunos eventos de asesinatos
múltiples, como ser “La Masacre de McDonald’s”,
o “La Matanza de Port Arthur”–, y en casi todos los casos de asesinos seriales,
Huberty es el único que integra el lamentable listado con el apodo de McMurder.
[1] Dentro del movimiento menonita, los Amish,
son un grupo de ideas radicales, o sea, muy estrictos con sus creencias bíblicas, las cuales aplican hasta límites
insospechados, aferrándose al pasado, las costumbres y tradiciones, y en contra
del progreso. El creador de este sector dentro de dicho movimiento fue el
obispo menonita suizo Jacobo Ammann, que impulsó la creación de la Iglesia
de la Vieja Orden Amish, en el siglo XVIII. Se asentaron especialmente en
Estados Unidos –Ohio y Pennsylvania–, y en Canadá –Ontario–, reuniendo un total
de 200.000 personas repartidas en 22 colonias.
Viven en granjas sin tecnología ni luz eléctrica, siendo su vida esencialmente
agrícola. No poseen autos, computadoras o teléfonos; visten como los campesinos
del siglo XVII europeo, y no aceptan que sus hijos reciban la escolaridad
media, comenzando, desde muy pequeños, a trabajar en tareas agrícolas, algunas
muy exigentes para su corta edad. No les está permitido integrar el ejército,
pues condenan la guerra, e incluso algunas comunidades Amish no permiten
a sus integrantes colocar botones en sus prendas, pues hacen alusión a las
ropas militares. Lo mismo ocurre con el uso de bigotes que está prohibido por
su simbología militar; la barba, en cambio, es símbolo de madurez, y la usan
los ya bautizados, en algunas comunidades y, en otras, los casados. Las mujeres
usan faldas, cubiertas con un delantal, el cabello largo recogido, llevan la
cabeza cubierta con una cofia de color blanco y ningún tipo de joya. Utilizan
como fuentes energéticas el agua, el viento y el gasoil.
[2] Esto sí se hace en
España, en el caso de los asesinos de familia (“El Asesino de la Katana”; “El Parricida
de Elche”; “La Envenenadora de Melilla”, sean considerados como asesinos de
masas o no como en el caso de “La Parricida
de Santomera”.
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