Sí se puede en tanto y en cuanto los investigadores y las autoridades
judiciales sean eficientes. Este caso ocurrió en Buenos Aires, Argentina, en
1894 y se resolvió tan sólo ¡¡¡dos años después!!!
I. El increíble caso del cartero descuartizado
Cerca de la medianoche del 22/4/1894 el agente policial Jesús Ramírez de
la comisaría 5°, durante su recorrida habitual del barrio céntrico de San
Nicolás en la ciudad de Buenos Aires
hizo un hallazgo espantoso: “Cuando vi lo que contenía el paquete me quedé
paralizado de terror y de
Diario "La Nación" 9/5/1894 |
El comisario a cargo de la seccional 5° se trasladó hasta el sitio del
hallazgo, donde comprobó el macabro hallazgo. En un primer momento se supuso
que sería una broma de estudiantes de medicina para asustar a la policía con un
cadáver de estudio, pues era la zona por excelencia de alojamiento de dichos
jóvenes y estas “bromas” eran comunes. Pero el agente Juárez insistió en que la
temperatura del cuerpo indicaba su probable muerte reciente y el comisario
procedió a informar Gral. Manuel J. Campos, quien en ese entonces detentaba cargo
de Jefe de la Policía Federal.
II. Comienza la ardua investigación
Los restos fueron trasladados a la comisaría (la Morgue Judicial entraría
en funciones el 27/3/1908) con el fin de ser examinado por el médico legista, quien
puso establecer que “se notaba en aquellos restos muy pocos rastros de sangre,
lo que se explica porque el criminal ha tenido la precaución de ponerle al
cuerpo, en las extremidades, sal gruesa y aserrín para evitar la salida de la
sangre que podía ser un inconveniente al transportarlo al sitio donde lo ha
dejado. El cuerpo no presentaba un solo rasguño, lo que hace suponer que la
víctima ha sido degollada, procediendo después el o los criminales a la
horrible operación de separar del tronco la cabeza, los brazos y las piernas”
(mismo diario citado). Era evidente que de broma no tenía nada; era un terrible
homicidio que captaría la atención pública por varios años.
La persona que avisó al agente
Ramírez fue el señor Eduardo Thwaites, a quien la prensa, tanto la seria como
la amarillista, acosó a preguntas al hombre, el cual en sus primeras
declaraciones dijo haber visto al asesino cuando se libraba del cuerpo. Un
conocido folletinista de la época pudo extraerle ciertas declaraciones, que, si
bien poseen alguno que otro detalle verídico, poseían, al decir de Cúneo y González,
“almacenaban una fuerte dosis de imaginación febril”. Estos autores además
recurrren al libro de Lorenzo Abdala,
para citar expresamente dichas declaraciones: “Al llegar a la calle Montevideo
—asegura— vi que la persona que iba delante mío por Corrientes, llevando a
cuestas un pesado bulto, se detenía para observar cuidadosamente alrededor
suyo. No debió haberme visto, ya que se alejó a toda carrera por Montevideo
hacia Cuyo. Cuando llegó a mitad de cuadra tiró el paquete contra la tapia de
zinc del edificio de los Spinetto y le aplicó después dos fuertes patadas, tras
lo cual desanduvo su camino despaciosamente y mirando para atrás, a efectos de
vigilar los movimientos del agente de policía que estaba en Cuyo y Montevideo.
A mí me pareció extraño su proceder y me oculté en un zaguán para que el
hombre, al pasar necesariamente por mi lado, pues yo lo había seguido con
precaución, no me viera y se alertara. Aunque había poca luz pude distinguirlo
perfectamente: era muy bajo y deforme, mediría apenas un metro y cincuenta; su
cara estaba cubierta por una barba espesa y negra; la nariz aguileña se
destacaba mucho de la cara y sus brazos eran larguísimos y las manos potentes.
Vestía traje negro, pañuelo rojo al cuello y amplio sombrero de mosquetero”.
Siguiendo a Cúneo y González, “esta fantástica filiación
imaginada por Thwaites, pues más tarde se verificó que nunca había visto al
asesino, corrió por toda la ciudad, aterrorizando al público y confundiendo a
la policía, cuyos efectivos, esa misma noche, habían encontrado otros despojos
del mismo cuerpo mutilado”.
Según el periódico citado, a pocas horas y en la madrugada del día
siguiente, otro comisario –esta vez de la sección 6ª–, mientras también hacía
personalmente la recorrida de las calles, junto con un auxiliar “en la Avda. de
Mayo, cuya oscuridad en la parte comprendida [entre las calles] Lorea [actualmente
Luis Sáenz Peña]a Salta le hacía dedicar especial vigilancia. (...) [pero en] la
cuadra comprendida entre San José y Santiago del Estero, (...) notaron (...),
sobre el sitio destinado a vereda que mira al norte, un objeto que a la luz de
la luna parecía una piedra grande. (...) El comisario se dirigió a aquel sitio
y cuando llegaron se convencieron de que se trataba de una bolsa que contenía
algo dentro. Como la boca de la bolsa se encontraba abierta por haberse
desatado la cuerda que la sujetaba, el auxiliar Fuentes verificó enseguida [su]
contenido (...), una mano con su correspondiente brazo”. Ya se sabía del
horrible hallazgo a cargo de la sección 5° y “El comisario Zunini tomó un
carruaje y acompañado del mencionado auxiliar se trasladó a [dicha sección]
(...). En presencia del Jefe de Policía, del juez Dr. Gallegos y de otros
funcionarios judiciales y policiales se procedió a inspeccionar el contenido de
la bolsa. “Primero fue sacado un lío [una atadura] que contenía una mano con su
brazo; éste estaba doblado y para que su rigidez no aumentara su volumen, se le
habían hecho fuertes ligaduras con una cuerda. Probablemente había sido lavado
para sacarle los vestigios de sangre que tuviera y después salado con sal
gruesa. Como envoltura tenía un retazo de género blanco de hilo, de una sábana;
sobre éste varios diarios del año 1893, sujetos también con una cuerda. Un
segundo envoltorio que fue sacado estaba hecho de la misma forma y con la misma
prolijidad. Contenía un muslo también salado que por haber pertenecido a un
cuerpo robusto (...). En envoltorios iguales fueron descubriéndose los demás
miembros. El otro brazo también estaba ligado con una cuerda y otro muslo se
hallaba en igual forma que el anterior. Llegó el turno al envoltorio que
contenía la pierna y el pie derechos. Fue desenvuelto, notándose la
desarticulación del pie a la altura del tobillo para poderlo adaptar y ligarlo
a la pierna, lo que demuestra que se trataba de reducirlo todo al menor volumen
posible. El criminal, poco práctico para efectuar la desarticulación, ha
pretendido primero hacer esta operación en la mitad del pie y la pierna
izquierdos, arreglados en la misma forma, con la única diferencia que la
desarticulación del pie ha sido hecha directamente en el tobillo, sin cortarlo
en otra parte. Envuelta en algunos papeles fue encontrada dentro de la bolsa,
otra bolsa que parece haber sido de sal, completamente bañada en sangre” (diario
citado).
Todos estos detalles publicados atrajeron una enorme atención popular y
más aún por la falta de la cabeza de la víctima, lo cual hubiera facilitado su identificación.
Es de aclarar que el reconocimiento por medio de las huellas digitales,
desarrollado por el investigador antropólogo de la Policía de la Prov. de
Buenos Aires Juan Vucetich, recién fue oficialmente adoptado el 9/11/1903. A
tal punto llegó la investigación que la policía ordenó que se detuviera a todos
los cocheros (se utilizaban carruajes tirados por caballos) para ser
interrogados y sus vehículos, inspeccionados en busca de sal y/o aserrín. La
policía, por el volumen de los “paquetes”, supuso que habían sido trasladados
de dicha forma, aunque esto no arrojó ningún resultado positivo. El 30 de abril
fueron citadas e interrogadas todas
las planchadoras y lavanderas de la ciudad (unas 400 con autorización municipal
y taller instalado) con el fin identificar las ropas halladas en los restos del
cadáver de la víctima desconocida; tampoco se obtuvo resultados positivos, a
pesar de que uno de los pañuelos hallados tenía las iniciales “J. P.”. Hasta
ese momento la policía no tenía indicio alguno sobre la identidad de la víctima
ni del victimario, pero como al torso le faltaban sus genitales, se supuso que
podría tratarse de un crimen “sexual” y se investigaron a todos los
homosexuales que tenían ficha policial. Nada.
La Policía Federal argentina, en aquellos tiempos, se encontraba
considerada entre las cinco mejores del mundo (¡vaya cambio que hemos
experimentado!) y los funcionarios involucrados en este caso estaban al borde
de la desesperación (¡Habían pasado sólo dos meses! Eso se llama
Responsabilidad y Compromiso. (Culmina en la 2ª Parte.)
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