Ahora sí entremos juntos en el “mundo especial” de los asesinos en
serie. Aunque muchos piensan que este fenómeno es estrictamente
temporal y/o geográfico, delimitado casi exclusivamente a los EE.UU., o
una especie de síntoma de la “decadencia moral moderna”, existen documentos
–los que actualmente llamamos “tabloides” pero que en épocas remotas eran una
forma de comunicar las noticias con dibujos– que datan del siglo XV y
demuestran lo contrario. Casos como los de Sawney Beane, Gilles de Rais, o
Peter Stubbe, se registraron en Europa, entre los siglos XV y XVI. Tampoco es
un tema que esté referido exclusivamente a los hombres: la condesa Erzsébeth
Báthory, en la Hungría del siglo XVII, Marie de Brinvilliers, en la Francia del
siglo XVII y las conocidas envenenadoras de la Época Victoriana en Gran Bretaña
son consideradas, también, dentro de la serialidad homicida.
Muchos consideran un dogma que el primer asesino en serie en tiempos
modernos, reconocido en el mundo como tal, y con las características típicas
que ofrece, es el irresuelto caso de Jack, el Destripador, en el siglo XIX;
pero no fue el primero, aunque sí el más “destacado”, quizás, a causa de su
corto período de actividad, su desaparición posterior, y también ¿por qué no
decirlo? cierto desconocimiento de la real y completa historia del asesinato
serial.
– Siempre existieron, sólo que no recibían esta denominación en
tiempos más remotos; simplemente se los denominaba: “monstruos”, “fieras”,
“demonios” y/o “bestias”; cuando algo resulta incomprensible por lo aberrante,
se tiende a deshumanizarlo. Además de los altamente conocidos, como Jack el
Destripador, ha habido muchos asesinos/as seriales que no adquirieron tal
notoriedad, pues no existían los medios de comunicación modernos y sólo constan
en algunos documentos muy antiguos (los precitados, Erzsébeth Báthory, Marie de
Brinvilliers, entre otros). De la misma manera y en tiempos contemporáneos
muchos otros adquirieron renombre, pero, vaya a saber por qué motivo, no son
conocidos por el público, especializado o no, sino que sólo son conocidos en
forma local (Carl Panzram, Robert Bob Berdella, Georg Grossmann, Robert W.
Pickton, entre muchos otros). También es interesante destacar que, con el
avance tecnológico –en especial la inmediatez que produjo la apertura mundial
de la Internet–, se han conocido casos actuales o anteriores de países de los
cuales no se contaba con información por diversos motivos: políticos,
culturales o por su lejana ubicación geográfica, como India, China, Rusia
–antes, URSS, que incluía a otros países bajo su régimen comunista–, Irán,
Sudáfrica y otros países africanos.
–Los asesinos seriales no son un producto de los EE.UU.; los
considerados más antiguos fueron europeos y, en forma más actual, el fenómeno
se ha extendido al resto del mundo.
– No hay nada nuevo en cuanto al interés que despierta el
fenómeno de los asesinos seriales; la gente siempre sintió atracción y
fascinación hacia este tema. A fines del siglo XVIII y principios del XX, había
una feroz y truculenta necesidad de noticias de hasta los más espantosos
detalles; los juicios y ejecuciones eran verdaderos espectáculos sociales.
Actualmente, con la velocidad con que se esparcen las noticias, esta necesidad
es satisfecha casi al instante y las 24 horas del día.
Ambos encuentran su punto de unión en la avidez del público por
conocer todos detalles –hasta los más escabrosos– de estos crímenes. Algunos
expertos señalan que todos los seres humanos tenemos un lado oscuro, lo cual
explicaría la sublimación que el público en general realiza ante estos eventos
criminales, que también se demostraría la incesante demanda de películas cada
vez más “reales” y sangrientas, libros espeluznantes, las multitudes que
asistían a las subastas de los “enseres” de los asesinos seriales más infames y
en la notoriedad que adquirieron ciertos criminales, algunos de los cuales se
caracterizaron por su crueldad, sadismo y falta absoluta de sentimientos, o sea
algunas de las “cualidades” de los psicópatas asesinos.
Por último, me gustaría señalar que, en 1886, se publicó un libro
pionero en materia forense llamado Psychopathia sexualis (“Psicopatía sexual”)
del distinguido psiquiatra alemán Dr. Richard von Krafft-Ebing, quien fuera
reconocido como el más importante neuropsiquiatra de aquellos tiempos. Si bien
es un libro muy especializado –y deliberadamente así para evitar que fuera
leído en forma indiscriminada–, se lo considera un texto clásico para definir y
delimitar las desviaciones sexuales, y el asesino serial masculino posee, en
muy alto porcentaje, motivación sexual. Esta obra comprende casi todas las
perversiones conocidas desde el “fetichismo del pie” hasta la necrofilia.
Para el estudio más profundo del fenómeno de la serialidad criminal,
la parte más interesante de este compendio es la dedicada a los casos notorios
de los asesinatos “lujuriosos”. Krafft-Ebing recorre los asesinatos de Andreas
Bichel (El Destripador de Bavaria), Jack, el Destripador y Joseph
Vacher (El Destripador de Francia) y también casos menos conocidos, pero no
menos impactantes: “Abrí su seno y con un cuchillo a través de la carne de su
cuerpo. Luego dispuse del cuerpo como un carnicero y lo corté en trozos con un
hacha (...) Debo decir que mientras abría el cuerpo, estaba tan codicioso que
temblaba y podría haber cortado un trozo para comérmelo” (Andreas Bichel, tal
como es citado). Por lo tanto, estoy en condiciones de afirmar que el precursor
trabajo del afamado psiquiatra alemán muestra en forma cruda y descarnada que,
aunque el asesinato serial fue la tipología en sí misma siempre estuvo presente
entre nosotros.
En la 1ª parte del presente artículo he definido el concepto de un
asesino en serie... pero no todos son hombres, actúan en solitario, o son
caucásicos. Estas afirmaciones han quedado desactualizadas pues provienen de un
documento presentado en el 10º Encuentro Trienal de la International
Association of Forensic Sciences, llevado a cabo en Oxford, Inglaterra, en
septiembre de 1984, los agentes de la Unidad de Ciencias del Comportamiento
del FBI, Robert K. Ressler, John Douglas, junto con los Profs. Ann W.
Burgess y Ralph DʾAgostino, lo elaboraron sobre la base del estudio de sólo 36
prisioneros condenados. En dicho documento, realizaron una lista de las que
consideraron características generales de estos asesinos, pero con el correr de
los años, este informe fue sobrepasado por la realidad más atroz. No todos los
asesinos seriales son del biotipo caucásico, auque hay una cierta mayoría; pero
los hay asiáticos, afroamericanos, africanos, hispanos o latinos, semitas;
tampoco todos son hombres que actúan individualmente (mujeres; parejas hetero y
homosexuales –couples who kill–; “socios” –partners in crime–; grupos asesinos
seriales –ring murderers– y hasta niños y adolescentes/juveniles –prepúberes y
púberes–); no todos tuvieron problemas psiquiátricos o deseos suicidas; tampoco
su perfil victimológico, en los asesinos hombres, es de sólo mujeres (aunque
proporcionalmente bastante mayor). Se trató de un avance muy importante, que
dio comienzo a muchos otros, los cuales, con el paso del tiempo, fueron
poniendo un cerco, cada vez más ceñido y controlable, para intentar frenar este
fenómeno que por momentos pareció ser inacabable, depredador e impune.
FUENTES: Everitt, David, Human Monsters, Contemporary Books,
Chicago, 1993; García Roversi, Susana P., Asesinos Múltiples 2. Asesinos
en Serie, Colección “Sin Piedad”, vol. 2, Parte 1ª, Grupo Editorial HS, Buenos
Aires, Argentina, 2015; Lane, B. & Gregg, W., The Encyclopedia of
Serial Killers, Berkley Books, New York, 1992; Newton, Michael,Encyclopedia of
Serial Killers, 2nd. ed., Cherckmark Books, New York, 2006; Ressler, R. &
Shachtman, T., Whoever fights Monsters (“El que lucha con
monstruos”), St. Martin Paperbacks, New York, 1993; Schechter, Harold, The
Serial Killer Files (“Los archivos de los asesinos seriales”), Ballantine
Books, New York, 2004.
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