La prevención debe ser ejercida, en forma conjunta, por las
comunidades, las escuelas y las autoridades gubernamentales. De nada sirve que
se coloquen detectores de metales en los accesos a los colegios, cuando la edad
para comprar un arma, en forma legal, es cada vez menor y, asimismo, la
cantidad de armas en los hogares es alarmante, sumado al fácil acceso que los
jóvenes pueden tener a ellas. Y es allí donde el problema estadounidense cobra
entidad propia, siendo el lugar donde se llevaron a cabo casi el 77 % de los
asesinatos de esta subtipología. Y si a esto se le suma la falta de
comunicación entre los organismos de control de armas y las instituciones de
atención psiquiátrica, se hallará con que un alumno, Seung-Hui Cho, había
sido atendido y hospitalizado por problemas mentales, pudo adquirir armas y
llevar a cabo la “Masacre del Virginia Tech”, pues las “políticas de
privacidad” que rigen en el estado de Virginia impidieron que se supiera su
condición mental, con el fin de comprobar la veracidad de los datos dados por
él y, así, cumplir con los requisitos legales.
En los Estados Unidos, casi el 38 % de los estudiantes ha informado
sentirse y ser frecuentemente ser intimidados. Asimismo es altamente probable
que el alumno que intimidó a otros en la escuela primaria, tienda a repetir el
patrón cuando accede a la escuela media y secundaria. Pero un dato importante
es que, según estos estudios, la intimidación durante la escuela secundaria
recibe menos atención que la intimidación en estudiantes de las escuelas media
o primaria. En estudiantes de secundaria, el acoso sexual es “moneda
corriente”. Los estudios dicen que aproximadamente 81% de los estudiantes de la
escuela secundaria son acosados de esta forma durante sus años de escuela
secundaria; el 55% de ellos, entre el 8º y 9º grado, y el 61% entre el 10º y
11º grado.
Es, entonces que, desde ese punto, debemos dirigir el enfoque,
primero, a los problemas psicológicos o psiquiátricos que podrían sufrir estos
adolescentes, y en segundo lugar, al escaso control familiar y a la pobre
detección y contención escolar que poseen.
¿Por qué un estudiante lleva un arma al colegio y sin explicación
alguna abre fuego contra sus compañeros y profesores? ¿Está furioso? ¿Está
loco? ¿Busca venganza? ¿Quiere llamar la atención?
El origen de la violencia en el hombre es un tema muy complejo.
Muchos expertos –pensadores, historiadores y científicos– han estudiado el
problema, pero las respuestas siguen siendo elusivas. Las raíces de un acto
violento son múltiples, intrincadas e interactivas. La mezcla de los factores
varía según el individuo y sus circunstancias. Entonces, si comprender un acto
violento constituye una tarea ardua, más lo será tratar de prevenirlos, lo cual
se torna en un gran desafío.
La “Masacre de Columbine” en Littleton, Colorado, el 21/4/99,
golpeó fuertemente a los EE.UU., y al mundo entero, dando lugar a simposios,
congresos, conferencias, talleres, etc.: en fin, todo tipo de esfuerzos
intelectuales para intentar hallar una explicación a lo sucedido. Pero, existía
algo más grave aún: este hecho contaba con un antecedente especial, el caso
de Kipland Kinkel que había acaecido trece meses antes, con el
agravante de que también asesinó a sus padres, a los que debieran haber sumado
todos los incidentes anteriores que indiqué, ocurridos desde 1978.
Si bien, en general, la violencia adolescente en los Estados Unidos,
parecía haber decrecido desde 1993, esta nueva ola de asesinatos en masa que
involucraba a estudiantes resultaba extremadamente aterradora. La muerte repentina
y sin sentido de adolescentes y maestros en medio de un día normal de clases,
era mucho más terrible que cualquier acto de violencia aislado que ocurriera en
una escuela cada semana.
Esta manifestación de violencia juvenil no es sólo un problema que concierne
a la escuela o las fuerzas policiales; es una problemática que involucra
también a las familias y comunidades a las que pertenecen estos jóvenes. Un
adolescente llega a una escuela con un conjunto de vivencias, tanto positivas
como negativas, que fueron delineadas por su entorno familiar, sus pares, la
comunidad y la cultura. Es allí donde surgen los valores, los prejuicios, las
emociones y las respuestas que los estudiantes brindan al entrenamiento, al
estrés y a la autoridad, por lo que su conducta se encuentra directamente
afectada por todas estas experiencias con las que inicia su período escolar.
Ningún factor, en forma aislada, es directamente decisivo, pero también se
puede afirmar que todos influyen, de una manera más o menos directa, en la
conducta de los jóvenes.
Haciendo a un lado el tema, no menos importante, de las psicopatías
o psicosis que podrían sufrir estos adolescentes asesinos-suicidas, el antiguo
dicho de que “la violencia solo engendra violencia” podría tener aristas
importantes en este tema. Dicha violencia “engendradora” puede provenir de
varios focos: a) muy altos niveles de exigencia escolar y
familiar; b) cierta “complicidad” entre los educadores y los padres en
cuanto a que el joven “es el problema”; c) la falta de detección –y hasta
su soslayo– de los signos amenazantes o indicadores de alguna enfermedad o
trastorno mental; d) el abuso de ciertos alumnos sobre otros; e) la
“complicidad” entre la escuela y los alumnos “deportistas prestigiosos” o de
cierto nivel económico; f) la “velocidad” con la que se suministra a los
adolescentes drogas antidepresivas “de moda”, como Prozac,
Luvox o Ritalin –esta última para controlar el ahora famoso
“síndrome de déficit de atención”–, sin tener en cuenta los efectos secundarios
y colaterales de las mismas, entre ellas, nada menos que el desarrollo de una
baja autoestima, la irritabilidad y el aumento considerable de pensamientos
suicidas.
Esta forma de violencia comienza, casi siempre, con amenazas
directas o indirectas. Entre las primeras, se pueden mencionar las que se
manifiestan hacia los maestros, compañeros, amigos o autoridades escolares, y
entre las segundas, las que salen a la luz por medio de trabajos escolares como
monografías, relatos, en los cuales estos alumnos vuelcan sus amenazas en forma
encubierta en una tarea escolar; se pueden ver como ejemplos claros algunos
escritos de Eric Harris y Seung-Hui Cho. Una nueva modalidad
surgió, luego, con la “subida” de vídeos a Internet, la construcción de
páginas web y la creación de blogs, donde estos adolescentes,
con fantasiosos o claros propósitos criminales, comienzan a esbozar sus planes
y a elaborar “filosóficamente” sus objetivos.
Bosquejo de Eric Harris en su diario donde indica cómo esconder las armas
Seung-Hui Cho en una de las fotos enviadas antes del ataque a "NBC News".
Pekka-Eric Auvinen, capturas del vídeo que hizo y subió a un portal antes del ataque.
No puedo dejar de señalar que ha habido otros casos, pues los que se verán en la lista son sólo los que adquirieron mayor envergadura; estos eventos nos podrían llegar a indicar la importancia del problema, a la luz de la repetición de dichas conductas criminales.¿Podríamos inferir que las víctimas son hoy los asesinos que nos sorprenden? ¿Cuántos inocentes han muerto por ello?
No es la intención de esta introducción al tema adentrarnos en la problemática psicológica o sociológica de los asesinos en establecimientos de enseñanza, pues excedería el propósito del presente trabajo, pero sí ubicar al lector para que trate de comprender y analizar un poco más estos hechos tan lamentables.
• Colonia, Alemania, 11/6/64, Walter Seifert, 42 años, veterano de la Segunda Guerra Mundial, asesinó, en la escuela elemental (primaria) de Volkhoven a 10 personas (8 niños y 2 maestras) e hirió a 22 (en su mayoría, niños), para luego suicidarse (“Masacre de Colonia”).
• San Diego, California, EE.UU., 29/1/79, Brenda Spencer, 16 años, estudiante, desde una ventana, disparó contra la escuela situada frente a su casa y asesinó al director y a un oficial de policía, e hirió a 8 niños y otro oficial; fue capturada, condenada a un mínimo de 30 años de prisión y así continúa hasta la actualidad (“Tiroteo a la Escuela Elemental Cleveland”).
• Stockton, California, EE.UU., 17/1/89, Patrick Purdy, 24 años, desempleado, asesinó a 5 niños e hirió a 29 y a una maestra, para luego suicidarse (“Masacre en la Escuela Elemental Cleveland”).
• Montreal, Canadá, 6/12/89, Marc Lépine, 25 años, estudiante, asesinó 14 jóvenes mujeres estudiantes, e hirió a 10 más y 4 hombres; luego se suicidó (“Masacre de la Escuela Politécnica”).
• Escocia, Reino Unido, 13/3/96, Thomas Hamilton, 43 años, gerenciador de clubes juveniles, asesinó a 16 niños y una maestra, e hirió a otros 10 y a 4 docentes, para luego suicidarse (“Masacre de Dunblane”).
• Springfield, Oregon, EE.UU., 21/5/98, Kipland Kinkel, 15 años, estudiante, primero asesinó a sus padres, para luego dirigirse, al día siguiente, a la escuela donde asesinó a 2 alumnos e hirió a otros 25; se encuentra cumpliendo una condena de 111 años de prisión, sin posibilidad de libertad condicional (“Tiroteo en la Thurston High School”).
• Littleton, Colorado, EE.UU., 20/4/99, Eric Harris, 18 años, y Dylan Klebold, 17, estudiantes, asesinaron a 12 estudiantes y una profesora e hirieron a 24 jóvenes más, para luego suicidarse ambos (“Masacre de Columbine”).
• Osaka, Japón, 8/6/01, Mamoru Takuma, 37 años, desempleado, asesinó a cuchilladas a 8 niños e hirió a otros 13, y dos maestras; fue capturado, juzgado y condenado a muerte (“Masacre en la Escuela Elemental Itami” o “Masacre en la escuela de Osaka”).
• Erfurt, Alemania, 26/4/02, Robert Steinhäuser, 19 años, estudiante, en el gimnasio de la Escuela Gutenberg, asesinó a 17 personas (14 profesores, 2 estudiantes y un oficial de policía) e hirió a otras 10, para luego suicidarse (“Masacre de Erfurt”).
• Carmen de Patagones, Buenos Aires, Argentina, 27/9/04, Rafael S., conocido como “Junior”, 15 años, estudiante, disparó contra sus compañeros de clase, y dejó un saldo de 3 muertos y 5 heridos; fue declarado inimputable en razón de su edad y fue internado en una institución psiquiátrica (“Masacre escolar de Carmen de Patagones”).
• Virginia, EE.UU., 16/4/07, Seung-Hui Cho, 23 años, estudiante, asesinó a 32 personas e hirió a otras 25, para luego suicidarse (“Masacre del Virginia Tech”).
• Lancaster, Pennsylvania, EE.UU., 2/10/06, Charles Roberts IV, 32 años, repartidor de leche, irrumpió en la escuela rural Amish de Nickel Mines, en Bart Township, asesinó a 4 niñas, e hirió a otras 5 de suma gravedad, para luego suicidarse (“Tiroteo en la escuela Amish”).
• Tuusula, Finlandia, 7/11/07, Pekka-Eric Auvinen, 18 años, estudiante, asesinó a 8 personas, para luego suicidarse (“Masacre de la Escuela Jokela”).
• DeKalb, Illinois, EE.UU, 14/2/08, Steven Kazmierczak, 27 años, graduado, asesinó a 5 personas e hirió a otras 18, para luego suicidarse (“Tiroteo en la Northern Illinois University”).
• Kauhajoki, Finlandia, 23/9/08, Matti Saari, 22 años, estudiante, asesinó a 10 personas e hirió a otras 10, para luego suicidarse (“Tiroteo en la Escuela de Kauhajoki”).
• Winnenen, Alemania, 11/3/09, Tim Kretschmer, 17 años, estudiante graduado, asesinó un total de 15 personas en la escuela Albertville-Realschule y en un tiroteo en una concesionaria de autos, cerca de la ciudad de Wendlingen, para luego suicidarse (“Matanza de Albertville-Realschule”).
• Baku, Azerbaiyán, 30/4/09, Farda Gadirov, 29 años, desempleado, asesinó a 12 personas (estudiantes y miembros del plantel educativo, incluyendo a su rector) e hirió a otras 12, para luego suicidarse (“Tiroteo en la Academia Estatal del Petróleo”).
• Río de Janeiro, Brasil, 7/4/11, Wellington Menezes de Oliveira, 23 años, ex alumno, asesinó a 12 niños e hirió a otros 17, en un rango de edades de 12/14 años, en la Escuela Municipal Tasso de Silveira, luego de ser baleado por la policía, se suicidó. Es la primera masacre de este tipo que ocurre en Brasil y la segunda en Sudamérica.
FUENTE: García Roversi, Susana P., Asesinos Múltiples 1, Colección “Sin Piedad”, vol. 1, Grupo Editorial HS, Buenos Aires, 2010.
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